No somos conscientes de lo importante que es estar, seguir vivo y sano

Es 23 de diciembre, es víspera de Nochebuena. La primera, esta vez sí, sin la pandemia trastocando nuestras vidas. Hace dos Navidades las restricciones y los toques de queda nos obligaron a ser muy pocos, las pasadas, la ola de Ómicron sumió en la incertidumbre los encuentros de los que se fueron cayendo acompañantes hasta última hora. Pero mañana, no, mañana la pandemia nos va a respetar, aunque en muchas mesas habrá los huecos que el coronavirus ha dejado.

Estas las recordaremos como las Navidades de la inflación, de la cesta de la compra disparada, de la luz a precios estratosféricos y de las autorestricciones en la calefacción, pero a pesar de todo esto vuelve a ser Navidad y desde ya hace unas cuantas nos imaginamos que las siguientes serán mejores, pero cada año nos depara una nueva sorpresa. Cuando salíamos de la pandemia, no imaginábamos que nos esperaba una guerra en las puertas de Europa.

Encima, aquí en España, el clima político es cada día más irrespirable, los acuerdos son imposibles, estamos inmersos en una crisis institucional sin precedentes, con la derecha impidiendo la renovación de la Justicia y tensando, estos últimos días, la relación entre dos de los poderes indispensables en democracia: el legislativo y el judicial.

Pero a pesar de todo esto, que no es poco, estamos. Y les aseguro que esto es lo más importante. Estamos. Cuando pasamos nuestro día a día sumergidos en la vorágine de cada uno, no somos conscientes de lo importante que es estar, seguir vivo y seguir sano, solo lo pensamos cuando la enfermedad, física o mental, nos merodea, a nosotros o algunos de los nuestros. Y hoy no puedo dejar de pensar en mi amiga, en nuestra amiga, a la que un martes le cambió la vida y a la que imagino muchas mañanas escuchando la radio y observando la actualidad como si fuera una extraterrestre, porque ella, como muchos, solo tiene una prioridad, curarse. Esto es lo verdaderamente importante, poder seguir estando y poder seguir estando con los que queremos. El resto es accesorio, aunque, a menudo, lo accesorio, haga mucho ruido.

Por esto, estos días, cuando se reúnan en torno a una mesa, no discutan, escúchense, escuchen y luego hablen, nunca sabemos cuándo podemos perder el privilegio de hacerlo.

A mí solo me queda desearles Feliz Navidad y asegurarles que, pase lo que pase, nosotros vamos a estar ahí, sin hacer ruido, solo esperando que el simple gesto de encender la radio las reconforte, aunque muchas veces con lo que contamos sé que no se lo ponemos fácil.