China, el coloso en llamas

Barcelona

China: el coloso en llamas. El incendio no desplomará todavía al régimen dictatorial. Pero o se liberaliza la política, lo que es difícil porque dejaría de ser lo que es. O deberá multiplicar el miedo. Y provocar el terror masivo, asesinando de forma solemne a unos cuantos centenares de personas. Preferiblemente en una manifestación, como cuando Tiananmen.

La política de covid-cero, o sea, de confinamiento infinito, está siendo un fracaso estrepitoso. Resultado: 30.000 contagios al día, que se sepa. Y cansancio enorme, y protestas continuas porque tres años después se esté todavía en el punto de partida. El desastre es más hiriente desde dentro, porque se compara con el éxito de otros países, en que la pandemia capotó hace ya mucho tiempo. Y porque al principio de todo se aparentaba un gran triunfo: disciplina social, rapidez de los aislamientos, vacunas masivas.

El caso de las vacunas poco eficaces es un fiasco doloroso, en una economía tan poderosa, tras un portentoso milagro de crecimiento. Es un país que puede desafiar al mundo, aislar con misiles y barcos la pequeña isla rival de Taiwán, y resulta incapaz de combatir un virus.

Si la cúpula de la dictadura no reacciona, el malestar fraguará en movilizaciones más amplias. Debe andar con cuidado. Porque han empezado en Shangai, la ciudad que es el kilómetro cero de todos los cambios históricos del país. Porque el grito de los manifestantes es político: piden libertad. Porque empieza a retronar la consigna de que dimita el presidente Xi. Porque todas las revoluciones prenden reclamando derechos básicos. Y estos los entiende todo el mundo: circular, relacionarse, reunirse, expresarse libremente.

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