Las costuras de la sanidad pública han empezado a estallar

Madrid

Vivimos tiempos inquietantes, sí. Pero algunas cosas empiezan a estar claras. Vamos a hacer recuento. Liz Truss duró un mes como primera ministra británica porque, empachada de ideología neoliberal, estuvo a punto de arruinar a su país con una bajada general de impuestos. Los mercados le dijeron si bajas impuestos, tienes que recortar servicios públicos. Todo lo demás es magia.

En la Comunidad de Madrid, las costuras de la sanidad pública han empezado a estallar. ¿Hay problemas en otras comunidades? Sí, pero no consta un caos organizativo y una gestión de la miseria en recursos humanos como la que están padeciendo médicos avisados de madrugada sobre dónde van a trabajar no se sabe en qué condiciones, con centros de urgencias atendidos por una enfermera. En definitiva, falta personal.

Nos dicen que es que no se encuentran médicos, pero 18.000 médicos españoles han pedido en la última década el certificado para ejercer fuera. No hay magia. Fuera encuentran mejores sueldos y mejores condiciones de trabajo.

Al caos en la gestión se suma que Madrid está a la cola de inversión en sanidad por ciudadano, según la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. No hay truco que cuadre esa ecuación. Y para rematar, las elecciones de medio mandato en Estados Unidos iban a ser un paseo militar para el Partido Republicano, pero no, entregaron su partido el Partido Republicano a Trump, a los trumpistas y a toda esa caterva de negacionistas de la violencia de género, del cambio climático y de las propias reglas de la democracia. Y han conseguido el milagro de que Joe Biden obtenga el mejor resultado de un presidente en ejercicio en estas elecciones de mitad de legislatura en varias décadas, con una guerra y con una inflación desbocada. Nada está resuelto. Los fanáticos siguen ahí y seguirán después de Trump. Pero a él, a Trump, parece que se le empiezan a agotar los conejos en la chistera.