El inquietante silencio de Bolsonaro

Madrid

Empieza una semana un tanto extraña, para unos más que para otros, sobre todo para los que hoy disfrutan del puente de Todos los Santos. Mañana es festivo y hoy puede ser un festivo añadido para muchos, que bienvenido sea. Y empezamos la semana con la victoria de Lula en las elecciones que se celebraron este domingo en Brasil. El resultado es ajustado, le separan de Bolsonaro apenas 2 millones de votos, pero la victoria es clara y eso a pesar de que la jornada había estado llena de incidentes, sobre todo en las carreteras donde autobuses llenos de votantes eran parados por la Policía.

Pero el ajustadísimo duelo que se vaticinaba, precedido por una campaña a la que se le puede calificar de todo, menos de limpia, finalmente ha acabado con la victoria de Lula da Silva, lo que supone su total absolución política, tras su paso por la cárcel. Pero con este resultado no se acaba el pulso ni se acaba la polarización en la que vive el país. Todo lo contrario. De momento, a esta hora, todavía no se sabe cuál va a ser la reacción del derrotado Bolsonaro. La ajustada victoria de Lula le da toda clase de argumentos para hacer lo que lleva haciendo incluso desde antes de que se conocieran los resultados, cuestionarlos de manera preventiva. Puede Bolsonaro tener la tentación de imitar a Donald Trump.

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Por eso es inquietante su silencio hasta esta hora, contrastando con la explosión de alegría de los seguidores de Lula y de la cascada de felicitaciones de dirigentes internacionales de países democráticos, algo que puede poner a Bolsonaro en un aprieto si decide cuestionar los resultados. Ganó Lula, perdió Bolsonaro. Ni la victoria de uno ni la derrota del otro va a ser fácil de gestionar en un país completamente partido en dos, pero que el ultraderechista, negacionista, Bolsonaro abandone el poder no es solo una buena noticia para los brasileños —que sobre todo lo es— es una buena noticia para el mundo civilizado. Ver como estos dañinos especímenes políticos pierden en las urnas. Porque con su derrota pierden también el miedo y, sobre todo, pierden también las mentiras, sobre las que basan toda su acción política.