A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
Opinión

La mentira

"Suele creerse que el Brexit fue el causante del caos. Yo no estoy del todo de acuerdo. No fue el Brexit, sino la campaña del referéndum para salir de la Unión Europea y la inconcebible cantidad de mentiras que se dijeron en ella"

La mentira

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Madrid

Viví en Londres hace bastantes años, unos 30, y me impresionó el rigor con que trabajaban los políticos. Los había buenos, malos y normalitos, claro, y Margaret Thatcher, que acababa de irse, había dejado un país con unas desigualdades tremendas y graves problemas económicos. Pero cada diputado seguía acudiendo semanalmente a su circunscripción, recibía en su oficina a cualquier ciudadano que pidiera una cita y hacía lo posible por satisfacer a sus votantes. El sistema funcionaba. Las universidades de Oxford y Cambridge mantenían un enorme prestigio, la prensa británica era la mejor del mundo, la BBC era internacionalmente admirada y la energía y la inteligencia de los debates en la Cámara de los Comunes causaban un poco de envidia.

Ahora la política británica es una comedia de enredos con música de Benny Hill. Lizz Truss ha durado 45 días como primera ministra, 45 días ruinosos. En el Partido Conservador, que mantiene una amplia mayoría parlamentaria, hay quien propone como sucesor de Truss a su antecesor, Boris Johnson, que dimitió menos de dos meses atrás envuelto en escándalos y con sus diputados en plena rebelión. La revista “The Economist” compara al Reino Unido con Italia y lo llama Britaly, cosa que debería molestar a los italianos, mucho más serios en comparación. La revista alemana “Der Spiegel” llama a Gran Bretaña “la isla bananera”.

¿Qué ha pasado?

Suele creerse que el Brexit fue el causante del caos. Yo no estoy del todo de acuerdo. No fue el Brexit, sino la campaña del referéndum para salir de la Unión Europea y la inconcebible cantidad de mentiras que se dijeron en ella. Los partidarios del Brexit mintieron con un cinismo sin precedentes, y el más mentiroso fue el propio Boris Johnson, que para el día siguiente de la votación había enviado al “Daily Telegraph”, el diario en el que entonces colaboraba, dos artículos: en uno decía que la victoria del “sí” era un resultado estupendo; en el otro decía que la victoria del “no” era un resultado aún más estupendo.

Como ocurrió en Estados Unidos gracias a Donald Trump, la mentira adquirió legitimidad política. Y la mentira está destruyéndolo todo. No me refiero a las promesas electorales incumplidas, una tradición en la mayoría de las democracias, sino a la mentira lanzada con la mayor desfachatez, la mentira que niega lo evidente.

Otros países deberíamos andarnos con cuidado. La mentira no sólo es enemiga de la libertad: encima, conduce al ridículo.

 
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