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Venecia 2022 | El iraní Jafar Panahi enseña cómo el cine es un arma política en una película rodada casi en clandestinidad

El director iraní es el gran ausente, encarcelado tras una protesta en su país, en el Festival de Venecia, donde se ha presentado su última película, 'No bears'

Imagen de 'No bears' de Jafar Panahi / Cedida

Venecia

El ejemplo de Jafar Panahi pone en aprietos a aquellos que sostienen de manera firme que el autor y sus circunstancia son totalmente ajenas y separables de la obra. El cine del iraní se transformó de repente, cuando fue condenado a arresto domiciliario, a no poder rodar en las calles de Teherán o a no poder salir del país. La situación de represión y censura llevó al cineasta, que ya había acumulado varios premios internacionales, entre ellos el León de Oro en Venecia por El círculo, a hacer un cine donde su cuerpo y sus limitaciones como narrador y como ciudadano estaban en el centro del relato.

En su nueva película, No bears, presentada en esta última jornada del Festival de Venecia, Panahi se autoimpone a sí mismo un reto físico, artístico y político mayor que en sus últimas películas. En Esto no es una película (2011) el cineasta rodaba desde el interior de su docimicilio. En Taxi-Teherán contaba la realidad de su país desde un taxi que conducía y al que iba subiéndose gente. En esta ocasión, Panahi se acerca a un pueblo pequeño y perdido en la frontera de su país, con el riesgo que eso implica, pues tenía prohibido salir de su patria.

¿Cómo puede ser ajeno el contexto cuando uno está privado de libertad de movimiento? Parece preguntarse el director, que tiempo después del rodaje, este verano, fue detenido en su país por protestar ante comisaría tras el arresto de otro cineasta iraní. Desde entonces está detenido. Su silla yacía vacía en la sala de prensa y no estará tampoco en la alfombra roja. El festival ha pedido su liberación, pero pocos directores de los que han competido aquí se han acordado de él. Solo Laura Poitras que decía en su propia rueda de prensa que sin Panahi el festival estaba incompleto.

Reza Heydari, uno de los actores de No Bears quiso lanzar un mensaje de apoyo al realizador desde Venecia. "Echamos de menos a Panahi, su silla está vacía. Espero que sea liberado lo antes posible, es nuestro maestro", decía. También explicaron que los abogados están trabajando para tratar de sacarle de la cárcel. "He intentado en varias ocasiones ir a verle, pero sólo pueden visitarle los familiares de primer grado", añadía. Panahi fue condenado en 2010 a seis años de prisión. Salió tras pagar la fianza, pero su relación con el régimen siempre ha sido tensa. En 2018 no pudo viajar a Cannes para presentar la que fue su última película, Tres caras, una road movie sobre los problemas a los que se enfrentan tres actrices iraníes de distintas generaciones.

La película se abre con una escena donde vemos a una pareja hablar de nuevos pasaportes, los que les permitirán cruzar a Europa. Ella no lleva velo, algo significativo al tratarse de una película iraní. De momento, la escena se corta y vemos el artificio, es una secuencia que rueda Panahi desde su habitación, a distancia y por Zoom. Algo a lo que, desgraciadamente está acostumbrado. A partir de ahí se suceden dos relatos, el de la ficción o el de la realidad. Relatos que se mezclan, se cruzan, se interpelan.

La pareja de actores sigue interpretando a sus personajes, dos personas que quieren huir del país, pero que se topan con las prohibiciones, con la burocracia y con las mafias. Por otro, el del director que trata de rodar una nueva película sobre el concepto de frontera. Para ello se ha ido a un pequeño pueblo fronterizo, donde los usos y costumbres son distintos a los de la capital. Lo hace a través de videollamadas, interrumpidas continuamente por problemas de conexión a internet .Panahi se niega a cruzar ilegalmente la frontera para asistir al rodaje. Mientras, en el pueblo en el que vive, es visto como una amenaza.

Panahi juega con el espectador y con los propios actores. Mete en la película a su verdadero jefe de sonido. También a esos vecinos que rodean la película que tratan de vivir lo mejor que pueden en un país donde las reglas ahogan la libertad de los individuos. Está la pareja que solo puede casarse con quien se hubiera cruzado su cordón umbilical. Están los hombres temerosos de acercarse si quiera a la línea fronteriza. Y están los que temen ser fotografíados.

No bears es un ingenioso juego de espejos, es una ruptura de todos los límites narrativos. No es un documental, no es una película. Es un retrato de los miedos a los que se enfrentan los ciudadanos de su país. Los miedos del propio director. Que teme cometer una irregularidad saliendo de la frontera, pero a la vez tiene que seguir rodando. Los osos como metáfora del miedo a la inmigración, a las mafias, a ser detenidos. Es su vida, la vida del artista en la propia obra. Un gesto épico que funciona mejor que sus apuestas anteriores y que refleja la absurdo de las fronteras, de las normas, de la burocracia y de las costumbres.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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