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Oscar Wilde desde la cárcel: "La vida es una tragedia terrible y la gran catástrofe eras tú"

El dramaturgo, protagonista de este Cartagrafías, escribió desde una cela una de las epístolas más célebres de la historia, De Profundis, y también otros grandes textos de desamor sobre la necesidad de reformar el sistema penitenciario, el arte o la sociedad victoriana

Cartagrafías | Las cartas de Oscar Wilde desde la cárcel

Cartagrafías | Las cartas de Oscar Wilde desde la cárcel

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MADRID

Hay lugares, como una cárcel en los que escribir una carta puede ser casi un acto de supervivencia, la oportunidad para comunicarse con el exterior y mitigar la soledad del encierro. En este contexto, suelen ser cartas sosegadas, reflexivas, profundas, en las que el reo analiza lo ocurrido, se confiesa, disculpa, enfada o pide ayuda. Son, nunca mejor dicho, una ventana al mundo libre. Hay muchos ejemplos de correspondencia carcelaria interesante, como la de Nelson Mandela, pero en este episodio analizamos la del dramaturgo y escritor Oscar Wilde desde la cárcel a petición de una oyente, Inma Sánchez, de Valencia, fanática de los libros de cartas y seguidora de la sección.

En invierno de 1895, Wilde, había estrenado con gran éxito de público y crítica en Londres su obra "Un marido ideal", hasta el príncipe de Gales asistió al estreno. Estaba en su mejor momento profesional, preparando la puesta en escena de "La importancia de llamarse Ernesto" y ya se habían silenciado las críticas a su gran novela, "El retrato de Dorian Grey", tachada de inmoral y publicada un par de años antes. En lo personal, llevaba una doble vida en muchos sentidos. Se burlaba de la alta burguesía británica en sus textos mientras formaba parte de ella, estaba casado, tenía dos hijos, y a su vez, disfrutaba de una activa vida sexual con otros hombres –la homosexualidad era delito en esa época-. Tenía una ardiente relación con Lord Alfred Douglas, un noble rebelde, fan de su obra, aspirante a poeta, con el que vivía a todo trapo en hoteles y viajaba por todo el mundo, experimentando placeres y libertades imposibles en Inglaterra.

Todo iba bien hasta que se enfrentó al padre de su amante, el Marqués de Queensberry, que hizo todo lo posible para que terminaran la relación –les enviaba misivas amenazadoras y acosaba a Wilde en el teatro-. El escritor decidió demandarlo por difamación, pero la justicia se volvió en su contra y fue condenado dos años de años de cárcel con trabajos forzados. Hablamos de las cartas que precedieron al juicio, de las que se utilizaron en su contra o de las que escribió cuando la condena aún no era firme a su amante, apasionadas y cariñosas, o al Ministerio del Interior pidiendo clemencia.

Cumplió el resto de su pena en la cárcel Reading en Inglaterra. Solo podía escribir a sus abogados y al Gobierno en contadas ocasiones, revisaban sus cartas y tenía acceso limitado a los utensilios de escritura. Las condiciones de las cárceles en esos años eran penosas. El escritor dormía en un camastro de tablones, solo podía hacer una hora de ejercicio al día, caminando en fila india por el patio con otros presos con los que tenía prohibido comunicarse. El primer mes, estuvo atado a una rueda de molino seis horas al día, apenas comía, sufría disentería. Fuera, su familia tenía que aguantar el escarnio público y la ruina económica que generó el proceso. Perdieron su casa y todos sus objetos de valor, hasta los juguetes de los niños, como cuenta uno de sus hijos en una carta.

Durante su aislamiento, el dramaturgo tuvo tiempo de reflexionar sobre los vaivenes de la relación, que había sido muy tormentosa e ideó “De Profundis”, una misiva de más de 50.000 palabras. La materializó dos meses antes de su puesta en libertad, en abril de 1897, gracias a que llegó un nuevo comandante a la prisión y relajó un poco el régimen. Podía tener en la celda materiales para escribir, aunque le seguían revisando lo escrito. Él mismo contó que hizo el texto “no como arte, sino para sacar su tristeza”. Es la carta más importante de su vida cargada de amor, traición, perdón, soledad, un llanto desde las profundidades. Culpa a su amante de su situación y analiza punto por punto los acontecimientos que le han llevado a la ruina, con mucha autocrítica también por haberse “distraído del arte” para vivir un idilio. La misiva es de una categoría difícil de clasificar, está entre la carta personal y la pieza literaria. En ella habla a su vez de otras correspondencias, de la moral pública, de Cristo, de la naturaleza humana y de cómo estar en la cárcel le ayudó a encontrarse con su alma y vivir sin odio. La epístola tenía un objetivo, una exigencia por parte del escritor: una respuesta larga o corta pero una respuesta. Nunca llegó. Wilde no pudo enviar la carta desde la prisión, aunque sí le permitieron conservarla, hasta su puesta en libertad.

50.000 palabras forman su carta escrita "desde las profundidades" a su amante

Cuando salió de la cárcel, la confió al periodista y crítico de arte, Robert Baldwin Ross, para que encargara varias copias mecanografiadas. Robert, con el que tuvo una correspondencia apasionante, su gran amigo, mentor -y dicen que su primer amor-, fue nombrado su albacea literario, tendría control sobre su obra cuando falleciera. Según Rober envió al lord una de las copias, la otra sería para el hijo de Wilde. En 1905, cuatro años después de la muerte del escritor, Ross publicó una versión reducida de la carta y donó la original al British Museum, con la condición de no que no se expusiera al público durante cincuenta años. Su hijo autorizaría la publicación de la versión completa años más tarde. Su texto es una joya de la literatura, referencia para artistas como como Patti Smith que participó en una lectura del texto junto a otros intelectuales desde el penal británico, cerrado desde hace años, y que a su vez se ha convertido en un símbolo contra las injusticias –Bansky ha ofrecido 12 millones de euros para comprarlo y convertirlo en un centro artístico-. Este centro penitenciario también se hizo célebre por el poema que escribió Wilde, ya en libertad, en 1897, titulado "Balada de la cárcel de Reding".

Wilde reclama en distintas cartas al Daily Chronicle más humanidad y reformas en las cárceles británicas

Por último, comentamos algunas de las cartas que envió Wilde, estando en prisión, a un periódico de la época, el Daily Chronicle. Son muy conocidas porque denunciaba la crueldad del sistema penitenciario británico que contemplaba penas de prisión para niños. El autor habla de la mala alimentación en la cárcel, de las diarreas que ocasiona lo que comen, la falta de camas dignas. Pide que los internos puedan recibir más visitas –solo tenían permitidas dos al año-, insuficientes para "un corazón que se vuelve como una piedra entre rejas", escribía. Destaca la necesidad de personal más afable, de libros y de cartas, esenciales para curar una vida rota. En agosto de 1898, se aprobó una nueva ley de cárceles que introducía algunas mejoras sugeridas por Wilde.

Tiempo después, el escritor y su amante volvieron a encontrarse en Nápoles, aunque las presiones familiares terminaron definitivamente con su relación. El escritor falleció solo y prácticamente en la indigencia en Francia en 1900. Hemos seguido la edición de "Penguin Clásicos", que contiene esta correspondencia, recomendamos además ediciones de otras cartas. También la correspondencia de su mujer Constante, otra mujer que quedó eclipsada por su marido. Era autora de libros infantiles y fotógrafa. Llegó a perdonar al final a su marido por sus hijos, aunque nunca volvió con él. Está documentada su vida en más de 300 misivas.

Del dolor más profundo de una carta, nosotros sacamos una historia para contar en Cartagrafías. Inglaterra y Gales derogaron la legislación contra la homosexualidad más de 70 años después, en 1967. Wilde fue indultado 122 años después por el Gobierno británico.

 
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