"En Afganistán las mujeres son como un pájaro que está en una jaula: no pueden hacer nada"

Madrid

Ni educación. Ni trabajo. Ni maquillaje. Ni tacones. Ni perfume. Ni viajar solas. Ni teléfonos móviles. Les han quitado todo y devuelto lo que más temían: la imposición del burka 20 años más tarde. "Día tras día han ido cambiando las reglas. Un día dicen que dejarán que las niñas vayan al colegio, pero al día siguiente no. Dicen que pueden ir a la universidad, y al día siguiente no. Un día dicen que la mujer puede mostrar su belleza, pero después dicen que no podemos. Nuevo día, nuevas reglas", cuenta Arzo. "En Afganistán las mujeres son como un pájaro que está en una jaula: no pueden hacer nada".

Tiene 26 años, es de Afganistán y llegó a Madrid con su marido hace apenas una semana. Su mayor deseo, desde el 15 de agosto de 2021, cuando los talibanes tomaron el control de Kabul, era huir del país. Hace tres meses lo consiguió junto a Najia y Semin.

Primero pasaron por Pakistán y por fin —tres meses más tarde— les concedieron el visado para venir a España, donde están a punto de comenzar una nueva vida. El primer paso es asentarse. El segundo, "empezar pronto con el baloncesto, mejorar día a día, y vivir en Getafe para estar cerca de mi equipo femenino favorito", comenta Arzo. Las tres son miembros del equipo nacional de baloncesto en silla de ruedas de Afganistán.

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Cuando los talibanes llegaron al poder, prometieron que esta vez las cosas serían diferentes a la década de los 90; sin embargo, en octubre, cuando apenas habían pasado dos meses, prohibieron que las niñas mayores de 12 años volvieran a las aulas. Y, las promesas se quedaron en palabras. "Mi hermana no puede ir al colegio. Llora, pero no le dejan. También quiere ir a la universidad, pero también se lo han prohibido. ¿Qué debemos hacer?", cuenta Arzo. "A ellos no les gustan las mujeres", interrumpe Najia. "Los talibanes creen que nosotras debemos estar en casa y los hombres en la calle. Consideran que no hay ninguna necesidad para que una mujer salga".

- Entonces, ¿tú día a día se basaba en estar en casa?

- Sí

Para dos de ellas la historia se repite. Semin sufrió un ataque terrorista hace 10 años por parte de los radicales: "Me desperté en el hospital sin saber qué había pasado. Había mucha sangre y no podía sentir las piernas. No podía mover los pies". Durante una peregrinación religiosa, con 23 años, una explosión la dejó en silla de ruedas. Desde entonces, para recuperar parte de su movilidad, forma parte del equipo de baloncesto. El caso de Najia fue diferente. Siendo una niña, en plena Guerra Civil de Afganistán (1992-1996), pisó una mina antipersona que le arrebató la pierna derecha hasta la rodilla. Cuenta que, en ese momento, no era ninguna sorpresa ni ser testigo ni víctima de un ataque terrorista: "Iba por la calle y veía explosiones por todos lados. Personas sin una mano, sin una pierna, sin un brazo… Gente que ha muerto".

Ahora viven en un centro de refugiados en Madrid. Han conseguido dejar atrás a los radicales y están a punto de comenzar una vida muy distinta: "Estamos muy felices. Cuando pienso en los talibanes, me quedo en shock. Pero me encanta Madrid y quiero empezar mi vida ya". Hace un año, los talibanes aseguraron que respetarían los derechos de las mujeres, pero la realidad es que se han vuelto invisibles y no son nada más que un insulto para ellos.

- ¿Creéis que volveréis a Afganistán?

- Creo que es imposible... Mientras estén los talibanes, es muy difícil. Es nuestro país, y lo siento mucho