La vida a cuarenta grados
"Nos apetecen de repente tan poco las cosas que íbamos a hacer con veinte grados, que con cuarenta no las aplazamos para el día siguiente o la semana próxima, sino que ya veremos para cuándo"

Galicia
La consecuencia inmediata del calor, además del bochorno, es el aplazamiento. Ibas a salir a hacer cosas, y en vistas de la temperatura, y de que sudar es un atraso, te quedas en casa y no las haces. Tan importantes no serán. La moratoria representa una constante de los días calurosos, y quizás el único acontecimiento que no se puede demorar. Vamos a hacer algo, o a vernos con alguien, o acudir a algún lugar, y lo dejamos para otro momento, incluso para el invierno. Nos apetecen de repente tan poco las cosas que íbamos a hacer con veinte grados, que con cuarenta no las aplazamos para el día siguiente o la semana próxima, sino que ya veremos para cuándo. Estamos dispuestos a creer, con total devoción por el optimismo, que cuando dejamos pasar una ocasión después viene otra, igual o más interesante. El calor es un elemento descabezador, arrasa, te quita de en medio. Hunde la voluntad. Tú quieres, pero hace un calor tan sofocante, tan feo, que simplemente no puedes. ¿Va a ser culpa tuya? A ciertas temperaturas los días se desinflan, y aquello que tenía un sitio y un futuro lo pierde. Cuando hacer algo se vuelve imposible, y asfixiante, hay que conformarse con haber querido hacerlo, que ya es bastante.