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'El agua', la brillante ópera prima de Elena López Riera ovacionada en el Festival de Cannes

La directora ha rodado en Orihuela esta historia realista y mitológica sobre la relación con el agua, la gota fría y el machismo

Fotograma de 'El agua', de Elena López Riera

Cannes

El cine español independiente no solo está logrando ser una voz fuera de España, llegando a festivales internacionales, además está abriendo una reflexión que dice mucho del momento vital de la sociedad post pandemia y del estado de un país que tiene sus tensiones entre el centro y la periferia, entre lo rural y la urbe. Alcarràs, de Carla Simón, ha ahondado en esas tensiones, en la reflexión de cómo vivimos, pero sobre todo de cómo queremos vivir, de recuperar el entorno y de descentralizar las historias.

La literatura lleva tiempo recorriendo esos caminos: Sara Mesa, Santiago Lorenzo, Rosa Montero, Vilas, y en ese camino se sitúan dos de las películas españolas que pasarán por el Festival de Cannes. Lo hará As bestas de Rodrigo Sorogoyen, sobre la Galicia vaciada. Y lo hace El agua, la ópera prima de Elena López Riera, que compite en la Quincena de Realizadores, sección donde la directora ya había presentado algunos de sus cortometrajes.

"Justo este año hay muchas películas en lugares periféricos. Obviamente algo está pasando, que no es planeado, pero sí algo está sucediendo. Mi punto de vista, aunque igual sea pronto para tener una perspectiva histórica, pero igual tiene que ver con que gente que no pertenece al centro económico y territorial, que somos gente de clase media que venimos de lugares que no son Madrid y de familias que no vienen de la cultura, eso se traduce en las imágenes y en el trabajo que hacemos", dice Elena López Riera en pleno Festival de Cannes a la Cadena SER.

El agua es una continuación de esos relatos. Rodada y ambientada en Orihuela, su pueblo natal, la capital de la comarca de la Vega Baja, al sur de Alicante. Una zona con una tensa relación con el agua. Escasea y es necesaria para la huerta, pero la gota fría, fenómeno meteorológico que cada cierto tiempo asola el Levante español, arrasa con todo. En ese contexto climático, agravado cada vez más por el cambio climático, sitúa la historia esta directora. "Tenemos una relación compleja con el agua. Se necesita mucho, porque somos una región muy seca, pero cuando llueve no sabe llover, como decía Ovidi Montllor".

Tres mujeres de una familia, Nieve de Medina, Bárbara Lennie y Luna Pàmies, la gran revelación del filme, viven un verano en el que se barrunta que acabará con lluvias torrenciales. "Al tener esa historia de inundaciones tan grande hemos crecido con miedo al agua, todo el mundo tiene anécdotas, o se le ha inundado la casa o se le ha destrozado algo o ha perdido a gente. Sin embargo, hay una manera de contar esas cosas que se va a veces como a lo fantástico. Yo siempre pensaba que lo que contaba mi abuelo de que el agua se llevaba a los muertos era fantasía suya, hasta que investigué que el cementerio era de adobe y los ataúdes literalmente salían en el agua con las riadas".

Es en los momentos previos a la tragedia, donde el miedo trae los mitos y leyendas, lo poético y lo fantasmagórico como elementos tan reales como lo material. Una vieja leyenda alude a que las mujeres quedan atrapadas en el agua. “El agua se casa con ellas”. Otra vez más el mito como control social contra las mujeres en una sociedad patriarcal. "Las mujeres siempre han contado sus cosas, pero nadie las escuchaba. Esos relatos ya estaban ahí. No se contaban en los telediarios, ni en los libros, ni en las películas. Se contaban en los patios, en las cocinas y en los lugares relegados a los márgenes de la historia".

Y a esos lugares, los patios, las cocinas, los bares de las afueras, los bancales, ha recurrido la directora. En su película está el retrato realista de un verano, está el agua, están los palomos, están también las noticias de la televisión local de inundaciones pasadas. Están un grupo de mujeres de Orihuela que hablan a cámara y cuentan cómo esas leyendas les han afectado. "Eso ha sido una decisión política, porque fui consciente de un tipo de violencia muy importante. Cuando hablé con ellas en el casting, el 90 por ciento de las mujeres, después de hacer el casting decían que no podían salir en la película, porque ellas no sabían hablar. Me hizo pensar en qué nos han enseñado para que esas mujeres digan eso".

"Soy un poco inconsciente, porque en mi primera película he metido todo tipo de jardines", reconoce la directora que ha juntado elementos del documental y del cine de ficción. "Tengo una relación muy inmediata con la imagen. Hay muchas imágenes en la película que vienen de mi cámara saliendo una noche de fiesta", reconoce Riera. Destacan los testimonios de las mujeres del pueblo contando su relación con las leyendas, con el agua.

Riera retrata también el hastío y la desesperanza de los jóvenes en un pueblo sin mucho futuro. Retrata las construcciones de cemento en las afueras de las ciudades, bares de carretera feos y vacíos. Discotecas llenas de señoras mirando a las jóvenes, botellones en casas abandonadas a ritmo de la música bakala, como últimos estertores de la ruta del bacalao. "Es el motor por el que empecé a hacer películas, por eso sigo, por intentar entender por qué te quieres ir de los lugares y hasta qué punto te puede ir de los lugares, porque el pueblo nunca se va de tí. En eso hay algo muy bonito, pero también muy monstruosos. Hay una relación de amor odio que cualquiera que se haya ido de un lugar lo puede sentir.

Destaca el trabajo naturalista con los actores, chicos y chicas de Orihuela a los que captó en un botellón precisamente. "Quería que la chica que interpretara al personaje protagonista fuera de la zona. Buscamos mucho. Luna fue una revelación. Nos acercamos a ella en un botellón y pensó que estábamos buscando a nuestros hijos o que éramos de la policía secreta. Esto último me dolió", cuenta con humor la directora.

Junto a ese cásting local están Bárbara Lennie y Nieve de Medina, dos actrices consagradas. "Quería que esos dos universos dialogaran. Dos personas con una carrera y una formación con otras voces, las de las gentes no profesionales". Eso que han hecho Jean Renoir, Chantal Akerman o Maurice Pialat y lo que hace esta directora debutante en El Agua. "Soy, sobre todo, cinéfila", asegura la directora, que dice vivir un sueño en Cannes, encima en uno de los mejores años del cine español. "Ya era hora de que nos creyéramos que podemos y sabemos hacer películas y que nuestro público lo sepa".

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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