El micromentario de Pepe Belmonte: 'El más grande de los escritores'

Murcia

Como cada año, celebramos la fiesta del libro con numerosas actividades en las bibliotecas, en lugares públicos y en los centros escolares; con artículos en la prensa, con programas de radio y televisión, y, casi siempre, nos olvidamos de lo más importante: que el 22 de abril -y no el 23 como se viene apuntando-, según el calendario gregoriano, se conmemora, en realidad, el fallecimiento -solo en su lecho y más pobre que las ratas- del escritor más grande de la literatura universal de todos los tiempos, Miguel de Cervantes Saavedra.

Cervantes, muerto a los sesenta y ocho años por una diabetes, fue enterrado finalmente en el lugar que él había deseado: en el convento de las monjas trinitarias, cuyo edificio estaba a unos pocos pasos de su propia casa, en el actual Barrio de las Letras de Madrid.

Por causa de varias obras de ampliación que se llevaron a cabo, el cuerpo del autor del Quijote fue trasladado de lugar, dentro del mismo edificio, y justo en ese instante, como si se tratara de una novela de misterio, se le perdió la pista.

A partir de 2011, un grupo de expertos se propuso encontrar los restos del escritor explorando los muchos metros cuadrados de la iglesia. Poco después, en 2015, el conocido forense Francisco Etxeberria, como quizá ustedes recuerden por las noticias de la prensa, encontró un ataúd con las iniciales de “M.C.”, cuyos huesos fueron analizados para determinar su naturaleza. Al final, tras un profundo estudio, se concluyó que existían restos correspondientes a diecisiete personas, y, entre ellas, podrían estar los de Cervantes, sin mayores evidencias.

Hubo opiniones a favor y en contra de tales teorías. Y hubo quien llegó a pensar que, de haber ocurrido este mismo hecho en otros países como Italia, Francia o Inglaterra, se hubiera dado por seguro que los restos de don Miguel habían sido hallados, para fomentar así el turismo y la consiguiente peregrinación hacia su tumba. Pero a quijotes, una vez más, no hay quien nos gane.

Así fue Cervantes, el hombre que más supo del hombre de su tiempo, según dejó plasmado en su novela Tiempo de silencio Luis Martín-Santos, que mostró su extrañeza de que un personaje de tales dimensiones pudiera nacer en un país como España.

Pepe Belmonte