El micromentario de Pepe Belmonte: 'Benditas, acogedoras y tradicionales cantinas'

Murcia

Entre tanta noticia de economía –que si la inflación, que si la subida de los precios de la cesta de la compra-, entre tanto ruido de jueces y de tribunales, entre tantos, tan continuos y tan pesados anuncios del Partido Popular, que está que se gobierna encima, de que estamos al borde del colapso, de la bancarrota y del fin del mundo, hemos olvidado por completo hablar de las cantinas. De las benditas, acogedoras y tradicionales cantinas, que tantos y tan buenos recuerdos nos traen a todos.

Sí señor: esas típicas y modestas cantinas de los centros escolares que, a la larga, como es costumbre en España, suelen convertirse, para profesores, padres y alumnos, en auténticos foros para dar rienda suelta a nuestras ideas políticas, sociales y deportivas ante un buen café mañanero o frente a un pincho de tortilla de patatas o medio chusco de atún con mayonesa.

Y es que, según se ha sabido, los inspectores de la Consejería de Salud de la Comunidad Autónoma de Murcia no los dejan vivir con sus desorbitadas exigencias para que mejoren sus productos para evitar así, según dicen, los problemas de obesidad de los niños. Conviene recordar que son más de cien cantinas en toda la región de Murcia que dan empleo a unas trescientas personas.

Primero se les prohibió vender alcohol, después chucherías y pan-pizza, y ahora se pretende que sólo despachen un cierto tipo de bocadillos (con una triste hoja de lechuga, imagino), agua y refrescos con cero calorías. Como si las cantinas fueran las únicas responsables de que la Región de Murcia sea la provincia, de toda España, con mayor número de obesos. Como si las morcillas, el chorizo y el morcón no tuvieran culpa alguna.

Sin embargo, resulta chocante que, mientras los inspectores de sanidad persiguen y arremeten contra las cantinas de los centros escolares, poniéndolas al borde del cierre, en la calle haya centenares de establecimientos (no es preciso decir sus nombres) que venden auténtica comida-basura, así como bebidas refrescantes cuya mitad de su contenido es puro azúcar u otras cosas peores.

Como habitualmente sucede a la hora de ahorrar o, como es el caso, a la hora de mirar por la salud, se comienza siempre por darles la lata y asfixiar a los más débiles. A las pobres, plebeyas, sentimentales, casi románticas cantinas de toda la vida.

Pepe Belmonte