"Queda en boas mans": Manolo Vidal, al frente del histórico 'O Gato Negro' de Santiago, se retira

Santiago de Compostela

Más descansado, tranquilo y sabiendo que a partir de ahora tendrá más tiempo para seguir al Compostela y al Obradoiro, los equipos de sus amores, así se siente Manolo al frente de O Gato Negro desde hace varias décadas y jubilado hace apenas un mes.

Era fácil encontrarlo a primera hora de la mañana en el mercado de Compostela, departiendo con los colaboradores que le facilitaban el producto para que pocas horas después estuviera en la mesa de los miles de visitantes que ya ha tenido uno de los templos gastronómicos de Galicia. Producto de calidad a buen precio, después de la Puerta Santa la mayoría de los peregrinos no tienen otra cosa en la cabeza, primero el boca a boca y ahora los cientos de guías que recomiendan la tasca, llevan las zapatillas gastadas hacia el restaurante, aún así, el Gato Negro siempre tuvo un lugar en la barra para sus clientes tradicionales de las cercanías con ganas de chatear.

Los éxitos

Nécoras, cigalas, percebes, berberechos, centollas o mejor dicho bruños, almejas a la marinera como pocas, choco en su tinta del que merece la pena enmarcar la receta, empanadas, la de congrio es la primera en desaparecer, los chicharrones de Seco, el queso del país, jamón asado y últimamente el hígado encebollado que ha traspasado la comarca y ya lo piden los asiáticos que asoman por el local, pulpo, los pementos de Padrón cuando es la temporada, chorizo, hasta el pan. Siempre es un placer visitarles, siempre hay un gesto de interés para tod@s los clientes, hay cocina y hay cariño, se nota.

Es la taberna que sobrevive a locales con franquicias y tiendas de recuerdos, está en el corazón del Franco, la zona tradicional de los vinos de Santiago, donde hace tiempo los estudiantes pedían las tazas que les servían de las jarras que llenaban de los barriles donde guardaban el líquido, muy cerca de donde se iniciaba el París - Dakar.

El futuro

El establecimiento ha quedado en buenas manos, las de su sobrino y su mujer que aguantará un año más. Es la quinta generación de una misma familia al frente de una taberna que abrió sus puertas en 1922 y que fue bautizada como "O Gato Negro", según contaba la abuela, porque un día, estando el bisabuelo con unos amigos, un gato de ese color se coló dentro.

El secreto de O Gato Negro está, según Manolo, en la bebida, la comida, el buen trato al cliente y en contar con un espacio que apenas ha cambiado en un siglo de historia. Muchos de sus clientes se emocionan al comprobar años después que el establecimiento permanece casi igual que en la década de los sesenta o setenta cuando estudiaban en Santiago de Compostela.