Historia y leyenda sobre la princesa Zaida y Cuenca a lo largo del siglo XI

En El archivo de la historia, el espacio de radio que coordina Miguel Jiménez Monteserín, y que emitimos los jueves cada quince días en Hoy por Hoy Cuenca, esta vez viajamos al siglo XI para conocer qué avatares históricos se sucedían en pleno reinado del Alfonso VI y para conocer qué hay de historia y qué de leyenda en torno a la mora Zaida. MIGUEL JIMÉNEZ MONTESERÍN. Con la definitiva supresión del Califato cordobés en el primer tercio del siglo XI tras una sangrienta guerra civil iniciada en 1009, el territorio quedó dividido en taifas: Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia, Albarracín y Zaragoza. Los nuevos monarcas musulmanes puestos al frente de cada una de ellas quedaron solos frente a la tarea de organizar y gobernar como a reinos independientes lo que hasta el momento habían sido provincias conectadas, siquiera laxamente, con el aparato central de un estado pluriterritorial. En primer lugar, les fue preciso delimitar sus fronteras, toda vez que cada nuevo rey reclamaba su legitimidad de la fuerza o la audacia con que había conquistado el poder que ahora procuraba ejercer y a consecuencia de esto los conflictos en torno a determinadas ciudades o castillos resultaron frecuentes y encarnizados. Así, convertido Toledo en un centro operativo de múltiples vertientes, con arreglo a la ambición de sus señores, hubo plazas fuertes que, como Cuenca, se revitalizaron enormemente, llegando a alcanzar mayor categoría urbana de resultas de cuanto su privilegiada situación geográfica podía aportar al nuevo sistema de fronteras y comunicaciones al que sus artífices formulaban demandas defensivas mucho más exigentes y precisas que hasta la fecha. En 1079 fue sitiada Cuenca por Moctadir ben Hud de Zaragoza (1046-1081) y aunque no logró penetrar en ella, los musulmanes aragoneses sometieron a riguroso saqueo su territorio, arrebatándole un gran botín. Un año más tarde, el señor de Cuenca Ibn al Faray, acogía hospitalariamente al rey de Toledo, Al-Qadir (1075-1085), quien buscó refugio en aquella fortaleza cuando huía de la revuelta que las opresivas exigencias fiscales dirigidas a ellos habían provocado entre sus descontentos súbditos, profundamente irritados además por el hecho de que les resultase tan caro garantizarse la amistad y protección que, como a vasallos, les debía el rey Alfonso VI. En Cuenca mismo fue pactada inmediatamente la intervención de este último para ayudar al toledano a recuperar el trono, aunque reclamar de nuevo su arbitraje frente a los oponentes internos y su fuerza también para contener las ambiciones del rey de Badajoz Al Mutawkkil (1067-1094) que a la sazón ocupaba Toledo, significara poner virtualmente en manos del castellano la plaza y el reino. De hecho, prevalido de los términos de este pacto, lo obtendría, sin tardar demasiado, un lustro más tarde, concretamente en 1085, con la ayuda del nada desdeñable partido mozárabe todavía presente a la sazón en la ciudad del Tajo. Alfonso VI es el rey castellano en este tiempo Mostraba así ahora su dinamismo la España cristiana remozando con orgullo el viejo ideal imperial neogótico, al tiempo que asimilaba el mito de la cruzada venido de Europa, frente a la atonía ensimismada en que se debatían los reinos de taifas, continuamente humillados por Alfonso VI quien, después de haber logrado llevar a tierras del Tajo la frontera cristiana, no desperdiciaba ocasión de intervenir en los asuntos que allí se suscitaban, convirtiendo además en tributarios suyos a la mayoría de los pequeños principados musulmanes que se disputaban la influencia sobre ellas. ¿Qué pasaba en Cuenca entonces? A Cuenca vino otra vez a refugiarse, una vez destronado definitivamente, Al-Qadir, a quien Alfonso había respetado en la capitulación de Toledo la posesión del solar familiar de los Beni-Dhil-Nun. Amparado en otra promesa recibida, pretendía ahora convertirse en príncipe de Valencia, tan pronto falleciese el moribundo rey Abdelaziz (1075-1085), su vasallo antes. Conseguiría tal objetivo gracias a la ayuda de Alvar Fáñez, siendo entronizado en 1086, si bien al precio de aceptar el «protectorado» de este último, con arreglo al uso extendido por Alfonso VI de colocar lugartenientes suyos en las cortes de los reyes musulmanes que le eran tributarios, destinados a ejercer sobre estos una función de control político descarado. Los almorávides africanos vienen en ayuda de los musulmanes hispanos Había venido a convertirse Alfonso VI en el soberano más poderoso de la Península Ibérica al reivindicar la soberanía de hecho sobre la mayor parte del espacio andalusí, lo que parecía vaticinar una pronta anexión de los demás reinos de taifas semejante a la realizada con Toledo y no dudaron por ello los despavoridos reyes de Sevilla, Granada y Badajoz en llamar en su ayuda, para contrarrestar la agobiante amenaza, a los recién convertidos almorávides, señores del Magreb central y occidental, cuyo rigor ortodoxo en la práctica de la fe musulmana, contrastaba con el relajo tolerante en que vivían las taifas españolas, lo que les hacía ser bien vistos también de los alfaquíes, cuya permanente prédica en pro del rigorismo moral y religioso les hacía aguardar de tales conversos el retorno a una mítica ortodoxia coránica. En 1086 el ejército almorávide cruzó el estrecho y desembarcó en Algeciras. Recibidos con gran pompa en Sevilla, en octubre de aquel año infligieron a Alfonso la sangrienta derrota de Sagrajas (Badajoz), que conmovió a la España cristiana, orgullosa hasta entonces del simbólico éxito logrado en Toledo y temerosa de súbito ante lo que les cabía interpretar como un importante revés para la Reconquista traducido de inmediato en la pérdida de la hegemonía política leonesa sustentada hasta entonces por unas parias o tributos en moneda de oro que los envalentonados monarcas musulmanes se negarían en adelante a pagar. Luego, sin tardar, indignado por el triste espectáculo ofrecido a sus ojos por los soberanos musulmanes de España, cuyas intrigas y diferencias de continuo les llevaban a negociar con el emperador castellano, decidió el sultán almorávide Yusuf sustituir a quienes consideraba traidores a la causa del Islam, anexionando simplemente las taifas españolas a su imperio norteafricano. ¿Quién era la mora Zaida? En marzo de 1091 los almorávides tomaron Córdoba y en su asedio fue muerto Fath-al-Mamun, su gobernador, hijo del rey de Sevilla Al-Motamid (1069-1091), a quien pertenecía la ciudad. Pidió éste ayuda a su aliado ahora y antes enemigo, el rey castellano y a prestársela acudió por mandato de Alfonso VI, Alvar Fáñez al frente de un importante ejército que sufriría una estrepitosa derrota frente al castillo de Almodóvar del Río en el mes de julio. Sevilla, abandonada ahora a sus propias fuerzas, sería tomada por los almorávides en septiembre. En la retirada Alvar Fáñez acompañaría a la viuda del rey cordobés, depositaria del tesoro de aquella corte, hasta la de Toledo en compañía de sus hijos. ¿Qué hay de leyenda y qué de realidad en torno a su figura? Ligándola con todos estos acontecimientos, la tradición juglaresca ha tejido una leyenda tan emotiva como falsa, según la cual la sobrina del rey de Lérida Zaida, nuera de Al-Motamid, y viuda de su hijo Fath, habría sido la negociadora de tal auxilio, sirviendo al tiempo ella misma y su patrimonio como recompensa por el mismo. Quiere tal leyenda que hubiese sido ofrecida Zaida a Alfonso VI en matrimonio, aportando ella una extensa dote de tierras y castillos situados en la Meseta inferior, sobre el Tajo y el Guadiana, entre los que estarían las fortalezas de Uclés, Huete, Masatrigo y Cuenca. La referencia de los lugares y fortalezas que componían la supuesta dote que Zaida entregaría a Don Alfonso llevada de su súbito amor por él la trae Rodrigo Jiménez de Rada en su Historia de los hechos de España: «Esta, que había oído de las grandes hazañas de Alfonso, aunque no lo conocía en persona, se enamoró perdidamente, hasta el extremo de abrazar la fe cristiana y entregar en poder de Alfonso los castillos que su padre le había regalado. Los castillos que dió a su marido son éstos: Caracuel, Alarcos, Consuegra, Mora, Ocaña, Oreja, Uclés, Huete, Amasatrigo y Cuenca.» Cierto es que bien pudo el rey de Sevilla hacer al castellano alguna oferta compensadora del auxilio demandado que le decidiera finalmente a prestarlo, pero no lo es menos que, además de pagarle las parias atrasadas, mucho más a su alcance estaría brindarle la posesión de tierras cercanas a los dominios de ambos y no tan alejadas y extensas que tampoco resulta demasiado creíble perteneciesen a Al-Motamid. Hay una imprecisa noticia de que éste, después de recuperar Córdoba, que Al-Mamun de Toledo le había arrebatado, conquistó en septiembre de 1078 «todo el país toledano que se extendía entre el Guadalquivir y el Guadiana». Es posible que de entonces le viniera el control sobre parte del suelo de la luego llamada «dote» de su nuera, pero más lógico parece pensar, sobre todo en lo que concierne a las tierras del área conquense, a las que tampoco se hace demasiada referencia en la somera descripción aludida que, tratándose antes del patrimonio familiar de los Beni-Dhil-Nun, hallándose el rey de Valencia Al-Qadir bajo la tutela del Cid hasta su muerte, ocurrida en 1092, bien pudo ser la vía indirecta de su sometimiento a Alvar Fáñez, sobrino del Campeador, y constante sostén del antiguo monarca toledano, lo que las pondría bajo el pasajero control de los castellanos, dueños ya del área alcarreña al norte del Tajo. ¿Cómo termina la historia del personaje real de la mora Zaida? La presencia de Zaida en la corte de Alfonso en demanda de protección y quizá como prenda de la alianza que su suegro pedía, no permite pensar que llegara allí expresamente para ser concubina real, ni menos que con tal ánimo aportase la copiosa «dote» cuestionada. Vivía aún la reina Constanza de Borgoña, que no moriría hasta 1093 y este mismo año, tras una corta viudedad, en 1094 o 1095 Alonso tomó por esposa a la reina Berta que moriría en 1100. Por todo ello, sin entrar en las prolijas disquisiciones establecidas por quienes han querido legalizar a toda costa el real enredo, lo que sí parece auténtico es que, esposa legítima o no, Zaida se convirtió al cristianismo con sus hijos y séquito, adoptando el nombre de Isabel. Vino luego a encender la pasión del monarca ya cincuentón, dándole su único heredero varón, Sancho Alfónsez. Debió morir Zaida de aquel parto, quizá en 1093, siendo enterrada en el monasterio de Sahagún. Por su parte, con quince años, perecería Sancho en 1108 en el desastre que los cristianos sufrirían de nuevo en las proximidades de Uclés frente a los almorávides mandados por Tamin ben Yusuf. Algún cronista señala a Belinchón como lugar del óbito, seguramente a causa de las heridas recibidas en la batalla acontecida en el llano de Sicuendes. En jornada tan nefasta para las armas castellanas, se perdieron definitivamente aquellas fortalezas -Uclés, Huete y Cuenca entre otras-, que Alvar Fáñez, aposentado en Zorita, tenía bajo su mandado, las cuales formaban un dominio de cierta homogeneidad conocido luego como “illa terra quae fuit de Alvaro Fannici” y del cual testimonia verosímilmente el nombre de Castillo Albarañez que lleva un pequeño pueblo de la Alcarria conquense. Se cerraba así la etapa llena de fracasos con que concluiría en 1109 el reinado de Alfonso VI. Los almorávides hostigaban Valencia y dirigían sus ataques contra Toledo; en agosto de 1097, a consecuencia de haber realizado Yusuf su cuarto desembarco en la Península, derrotarían sus tropas en Consuegra a la hueste castellana y, poco después, sufriría igual descalabro el sobrino del Cid en las proximidades de Cuenca luchando contra Ben Ayixa, hijo de Yusuf y alcaide de Murcia. En 1109 se nombró a Alvar Fáñez gobernador de Toledo, encomendándole la defensa de la ciudad asediada entonces por el nuevo sultán almorávide Alí ibn Yusuf (1107-1149). Detenido el empuje musulmán, todavía intentó en vano el año 1111 recuperar su perdido señorío de Zorita y Santaver, lo que traería a sus manos Cuenca. No obstante, sería entonces muy fugaz el dominio cristiano sobre aquel importante castillo.

Historia y leyenda sobre la princesa Zaida y Cuenca a lo largo del siglo XI

¿Quién fue la princesa Zaida y qué papel tuvo en la historia de Cuenca? Un episodio en plena reconquista durante el periodo del reinado de Alfonso VI en el actual territorio de la provincia

Paco Auñón