La planta de los huevos del barrio conquense de San Antón guarda detrás una emotiva historia

La planta de los huevos del barrio de San Antón de Cuenca, junto al río Júcar, entre la iglesia de la Virgen de la Luz y el Recreo Peral, es muy conocida entre los conquenses. Desde hace décadas la han visto asomada a un balconcito decorada con cáscaras de huevo blanco como si fueran flores. La historia de este singular elemento decorativo, que aún hoy podemos ver en el mismo sitio, tiene detrás a Vitoriana Gallarte, una mujer invidente fallecida hace cinco años a la edad de 98. La historia la hemos contado en Hoy por Hoy Cuenca charlando con su nieto Jesús Guijarro quien, junto al resto de la familia, sigue cuidando la planta y decorándola con cascarones de huevo blanco cada primavera como recuerdo a su abuela que lo hizo igual durante su larga vida. “Mi abuela perdió la visión sobre los 28 años lo que le hizo desarrollar recursos para poder mantener su autonomía, algo que hizo hasta que falleció con 98 años”, recuerda Guijarro. “Digamos que desarrolló distintas habilidades para poder desarrollar la vida doméstica y cuidar de sus hijos mientras su marido trabajaba, como cualquier mujer del barrio de San Antón. Era muy trabajadora y estaba muy volcada con toda la gente que ella quería. Recibía muchas visitas porque no salía mucho de casa y las vecinas iban a verla. Nunca ponía ni la radio ni la televisión y la única información que le llegaba era por la gente del barrio”. Lo de decorar las macetas con cascarones de huevo prácticamente enteros también surge por una de las habilidades de la señora Vitoriana. “A la hora de hacer huevos fritos o tortillas, rompía el cascarón de manera muy delicada para asegurarse que la sustancia del huevo se derramaba completa sobre la sartén o sobre el plato. Hacía una perforación perfecta”, relata su nieto. Y esos cascarones acabaron simulando flores en un macetero con una planta de la familia de las suculentas, “de hojas carnosas y ovaladas que retiene muy bien el agua, parecida al árbol de jade”, dice Jesús. “Aprovechaba esas cáscaras a través de un trabajo muy manual introduciendo las hojitas dentro que crecían después hasta rellenar el huevo”. Esa maceta con esa planta decorada con cascarones blancos acabó siendo un atractivo turístico. “Recuerdo mi infancia viendo pasar turistas, gente que paseaba por las orillas del río, y cuando llegaban a la planta se rompían todas las teorías”, recuerda el nieto de Vitoriana. “Fotografiaban la planta. Era un efecto visual bestial que mi abuela no conocía porque para ella era solo un disfrute táctil”. Jesús nos cuenta también que, hace años, “cuando se generó en el barrio una residencia de artistas, hablaron con los vecinos y les pidieron objetos que estuvieran relacionados con sus vidas. Cuando encontraron la historia de mi abuela hicieron una exposición”. Tras los fríos inviernos de Cuenca, Vitoriana, llegada la primavera, volvía a sacar sus plantas a la calle y se esmeraba en decorar la suculenta con sus cascarones. Pero llegó un tiempo en el que la maceta desapareció. “Fue cuando se murió mi abuelo”, nos cuenta Guijarro. “A mi abuela le pudo la tristeza y se deshizo de todo, incluso de las plantas. Fue entonces cuando yo volví al barrio a vivir y encontré esta planta en la orilla del río. Me la llevé a casa y la animé para que la plantara de nuevo. Se animó y volvimos a recuperar la costumbre de decorarla con huevos”. Ahora, ya fallecida la señora Vitoriana, la familia se ha propuesto “mantener el ritual cada primavera como una forma de recordarla”, relata Jesús con emoción. “Es una forma de que su casa tenga su presencia”.

La planta de los huevos del barrio conquense de San Antón guarda detrás una emotiva historia

Durante su larga vida, Vitoriana Gallarte, una mujer invidente, cuidó la planta y la decoró con cáscaras de huevo cada primavera desde su balconcito del paseo del Júcar

Paco Auñón