Verdad, justicia y reparación

Asturias
“Se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—.
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su Granada!…”
Fragmento del sentido poema que Antonio Machado dedicó a Federico García Lorca, pendiente de encontrar, como los más de cien mil asesinados que continúan en cunetas y en fosas a lo largo y ancho de nuestra geografía. Más de cien mil historias que nuestras tierras ocultan, más de cien mil historias aún por desvelar.
El dolor de los descendientes de las víctimas de la dictadura franquista nos lo cuentan Almudena Carracedo y Robert Bahar en el multipremiado documental “El silencio de otros”, dándoles voz en su lucha por buscar justicia en los tribunales y poder enterrar a sus muertos en paz. Una de las protagonistas, María Martín, una anciana con voz frágil y quebrada, con voz que golpea directamente al corazón y a las entrañas, que falleció tras rodar el documental sin poder dar digna sepultura a su madre, que cuenta como le decían a su padre cuando quería exhumarla que se callara, no le fueran a hacer lo mismo, que se la podría llevar “cuando las ranas críen pelo”.
Necesitamos descubrir la verdad silenciada, para construir un mejor futuro. Las heridas cerradas en falso nunca se curan. La Ley de Amnistía del 77 condenó a quienes ya habían sido condenados al silencio y al olvido en las cunetas… Y a sus familias… Y a toda la sociedad…
Ayer, además del campanu, fue el aniversario de la II República, democráticamente elegida. Numerosos actos en Asturias quisieron recordar lo que algunos se empeñaron y se empeñan en ocultar, cuando no en tergiversar. ¿Cuánto más hay que seguir esperando hasta que “las ranas críen pelo”?