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Soldadora, boxeadora y conductora de autobús, ellas sí han podido

Tres mujeres nos cuentan su experiencia laboral en campos tradicionalmente ocupados por hombres frente a testimonios de la anterior generación, madres o tías, que no pudieron elegir

Reportaje 8M: Soldadora, boxeadora y conductora de autobús, ellas sí han podido

Reportaje 8M: Soldadora, boxeadora y conductora de autobús, ellas sí han podido

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Fuenlabrada

Dice Joaquín Sabina, ‘las niñas ya no quieren ser princesas”. Es cierto, ahora quieren ser abogadas, químicas, empresarias, influencer, administrativas, profesoras…, pero también soldadoras, conductoras de autobús, Dj o boxeadoras, por ejemplo. Y eso que hace años, no muchos, era muy difícil, ahora está cambiando. Las mujeres ni se atrevían a interesarse por ciertas profesiones y cuando lo hacían se encontraban con la incomprensión y, a veces, el rechazo del empleador, los compañeros, y en general la sociedad.

Pero algo ha empezado a cambiar, sobre todo en la mujer, que tiene el reto de dejar de autolimitarse en el campo laboral y de despojarse de estereotipos y de los tabús que vivieron sus madres. Un ejemplo de ello son las protagonistas de este reportaje.

Manuela Peinado, 57 años. Parla. Dj, conductora de camiones y de autobús

Lola Peinado ha sido dj, ha conducido camiones y ahora conduce un autobús. / Lola Peinado

Manuela Peinado es una mujer de rompe y rasga. Valiente, decidida, a la que nunca se le ha puesto nada por delante y ha sido bastante pionera en todo lo que ha hecho. Ya en los 80 fue una de las primeras Dj mujer de la Comunidad de Madrid. Empezó como aficionada con 15 años en la única discoteca que había en Parla, para ir andando camino poco a poco y pasarse al campo profesional. “Entré en la discoteca porque el dueño conocía a mis padres, vi como se pinchaba la música y me enamoré de este trabajo”.

Fue Dj 30 años, hasta que quiso dar un giro de timón a su vida y dejar la noche. “Dejas de pinchar y no sabes hacer nada”, así que probó en varios trabajos que no iban con ella, una amiga la animó a sacarse el carnet para conducir camiones. “Me saqué todos los carnets, para conducir todo”, dice.

Primero, allá por el 2006, trabajó para una empresa de autobuses discrecionales. Después llegó uno de sus mejores trabajos, según cuenta. Conducir un camión rígido, años antes había probado con un camión que transportaba contenedores para obras. Cuando muy, muy pocas, se atrevían a ello, entonces y ahora, Manuela conducía el camión con toda naturalidad.

En estos momentos, Manuela es conductora de un autobús que realiza el recorrido entre Getafe Centro y los polígonos de Los Ángeles y Los Olivos, también en esta ciudad. Ya es más habitual ver mujeres al volante de un autobús, sin embargo, todavía son una minoría en este sector. Manuela asegura que se sigue notando en su trabajo la diferencia de ser mujer u hombre. Aunque dice que ha encontrado muy buenos compañeros, que le reconocen su labor, todavía a la conductora se le valora de otra manera. Ella representa a una generación que empezó a protagonizar con su esfuerzo y coraje el cambio de la mujer en el mercado laboral. La generación anterior a ella, las madres, tías, abuelas no pudieron elegir qué querían hacer con su vida.

Encarnación Muñoz, 82 años, nacida en Peraleda de la Mata, Cáceres, es la tía de Manuela. Ella comenzó a trabajar en el campo siendo una niña, a los 13 años. Allí estuvo hasta los 16, cuando se vino a Madrid. Aquí se casó, tuvo hijos, pero no pudo ser lo que ella hubiera querido, ni su marido, ni las condiciones económicas de su infancia, ni la sociedad de la época lo permitieron. “Ser más independiente, sacarme el carnet de conducir que era la ilusión de mi vida, pero mi marido no me dejó. No me dejaba ni trabajar, ni salir a la puerta de la calle. Al fallecer trabajé 13 años en una empresa de limpieza”, cuenta.

Ahora a los 82 años, con un espíritu y una voz joven, tiene claro que las mujeres están tan capacitadas para hacer un trabajo de hombres como ellos, igual o quizá mejor. Orgullosa de su sobrina que sí ha podido tomar las riendas de su vida. Y mi sobrina es una “tía con un par de narices que todo lo que se le ha puesto por delante lo ha hecho”.

Laura Valero, 30 años. Fuenlabrada. Soldadora

Laura Valero ha apostado por ser soldadora. / Laura Valero

“Empecé ayudando a mi padre en el bar y aprendí el oficio de hostelería hasta que me dijo ‘cariño la hostelería es una profesión muy sacrificada, por favor salte de ahí’ y me fui”. A partir de entonces el periplo profesional de Laura Valero, ha sido muy variado. Tenía que “buscarse las mañas”, como dice, para salir adelante y no le ha importado probar en varios caladeros laborales. Ha trabajado para una empresa de limpieza, ha sido pescadera, carnicera, charcutera… y asegura que no le ha ido mal, porque siempre ha aprendido cosas nuevas, que es lo que le gusta.

Su pareja, cerrajero de profesión, le abrió las puertas a este nuevo camino. A través de él conoció a gente del metal y descubrió que le apasionaba verlos trabajar y se dijo ¿por qué no? Así, Laura entró en el CIFE de Fuenlabrada, en un curso a través del paro para formarse como soldadora. Fue hace un año. Ahora a punto de terminar, no se arrepiente de nada, sobre todo de no hacer caso a esas mujeres que le preguntaban si sabía bien dónde se iba a meter, si se daba cuenta de que ser soldador era trabajo de hombres. Su familia y sus compañeros de curso, sin embargo, no dejaron de animarla, incluso la decían que estaría más cotizada por su género, en un trabajo donde una mujer, todavía hoy, es una ‘rara avis’

Aún así reconoce que por ser mujer, a veces, surge el instinto protector. No le molesta, simplemente les demuestra que no hace falta. “Si te ven cargando peso, te dicen espera a que venga alguien o deja que carguen los muchachos, pero yo no espero y así acaban viendo que puedo”, dice con cariño hacia esos compañeros que siempre la han tratado como a una igual.

Laura está llegando a dónde quiere, no le pasó lo mismo a su madre. Nacida en un pueblo de Valladolid, con 52 años en la actualidad, su situación familiar y económica en la infancia no le permitieron cumplir su sueño: ser bailarina. Los derroteros de la vida la llevaron por otro camino y ahora ve como su hija sí está siendo capaz de hacer lo que verdaderamente quiere y le hace feliz.

Iratxe Vals. 18 años, estudiante de Ciencias del Deporte. Humanes de Madrid. Boxeadora

Iratxe Vals (azul) proclamada campeona al terminar un combate de boxeo. / Fran Hurtado@cruzandocuero

Con 18 años lo tiene muy claro. Le encanta el boxeo. Ahora es amateur, pero además de estudiar Ciencias del Deporte, quiere más adelante pasar al campo profesional. Iratxe comenzó en Humanes de Madrid, en la adolescencia, a competir en categorías inferiores, sin contacto y unos dos años después, con 14 empezó con contacto. Su entrada en el boxeo fue de casualidad y con un comienzo que no le gustó. Sin embargo, ha demostrado que mimbres no le faltan. Como amateur ha ganado varias medallas en campeonatos de Europa y de España en su categoría y ahora está en Murcia en el Centro de Tecnificación Deportiva. Nos cuenta que en España del boxeo no se puede vivir, y menos siendo mujer, “es lo que hay”.

Sus padres nunca se arrepintieron de animarla a practicar este deporte, sobre todo su madre, que lo veía como una forma de protección y aunque algunos de sus amigos al principio lo vieron raro siendo chica, al final todos la han apoyado. Sin embargo, aunque creamos que las cosas han cambiado, no es así. A los padres la gente les preguntaba por qué no la habían apuntado a sevillanas, flamenco o gimnasia rítmica, cualquier deporte más femenino. Pero Iratxe siempre se ha revelado contra los estereotipos, “es que no me gustan”.

Reconoce que en los últimos años ha avanzado mucho el boxeo femenino, pero todavía queda para equipararse con el masculino, aunque asegura que se va por buen camino. Niega que sea un deporte violento. Lo podría haber sido, dice, en los 70 y 80, porque “no había medidas de protección, pero ahora es distinto, sobre todo en amateur, “no hay peligro ninguno”.

Ella ha podido realizar su sueño, hacer lo que le gusta. Pero una mujer de una generación anterior, su madre, no pudo. Hace 25 años terminó el módulo de grado 2 de Técnico de Laboratorio en Análisis Clínicos, pero cuenta le fue difícil encontrar trabajo porque en las ofertas laborales buscaban hombres y cuando conseguía una entrevista de trabajo siempre llegaba la consabida pregunta: ‘¿piensas tener hijos?’. Las barreras con las que chocó le hicieron que nunca pudiera ejercer la profesión que estudió.

Lola, Laura e Iratxe confían en el presente y en el futuro. Dicen que todo está cambiando y animan a las mujeres a ir por la meta profesional que deseen, porque independientemente de los obstáculos que nos encontremos, dicen, “los limites los pones tú”.

 
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