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Opinión

Encuentro

No es difícil encontrar el encanto en la palabra ‘encuentro’, deriva del latín popular incontra, compuesto por el prefijo en-, que indica un movimiento, y por contra, un adverbio que significa 'delante de', 'frente', 'opuesto'.

En el principio fue la palabra | Encuentro

En el principio fue la palabra | Encuentro

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Madrid

Hay palabras que nos parecen pequeñas, comunes, porque las usamos mil veces al día como en el caso del vocablo ‘encuentro’. Sin embargo, descubrir su etimología nos permite por un momento salir del cinismo y el aislamiento de la vida contemporánea y redescubrir la misma maravilla de un niño que al salir de la escuela encuentra la sonrisa de su madre entre mil rostros desconocidos.

Pues no se trata de encontrarse por la calle con alguien conocido yendo a toda prisa entre mil compromisos o de llegar resoplando a una cita. De hecho, para un encuentro genuino no hace falta ni moverse del sofá: lo único que importa es levantar el corazón (y el trasero) de la auto-referencialidad y del ego que no hace más que repetir: yo, yo, yo.

Como nos cuenta la etimología, la clave del encuentro es contenida en las dos minúsculas letras en-: son los custodios del movimiento, del paso, real o metafórico, que nos conduce hacia el otro, hacia él o ella delante de nosotros que está esperando un gesto, una palabra, una sonrisa.

Lo que sí es cierto es que para que se produzca un encuentro debe existir al menos la voluntad de dos personas: como el hidrógeno y el oxígeno que al encontrarse forman el bien más preciado, el agua, se trata de dos entidades que se mueven uno hacia el otro. Ningún encuentro puede ser estático, es más bien un baile en el que cada uno se mueve a su ritmo.

Lo maravilloso es que, aunque el otro se acerque, un encuentro no es un choque donde dos personas o dos ideas impactan como en un cuadrilátero: los dos confluyen en un punto de encuentro, buscándolo con cuidado y obstinación. Es así que el monólogo se convierte en diálogo, que un soliloquio deviene una conversación, que una guerra se convierte en paz.

A veces el encuentro puede dar miedo, porque avanzar hacia el otro significa salir de su propia guarida y de su propia trinchera. Sin embargo vale la pena, porque cada encuentro es la sal que le da sabor a la vida cuando tienes el coraje de morderla. Pensemos en cuando nos encontramos con la mirada de la persona que queremos (y esto es para ti, Luis, que me hiciste encontrar el idioma español). Pensemos en cuando nos encontramos en el bar con un amigo más o menos siempre a la misma hora. Pensemos en nuestro plato favorito que realmente encuentra nuestro gusto.

Cada día nos ofrece la sorpresa de darnos cuenta de quién tenemos frente a nosotros y que quizás siempre ha estado ahí esperándonos. Así que demos el paso de baile contenido en el prefijo en- de esta preciosa palabra y vayamos sonriendo al encuentro de la vida. Por mi parte espero encontrarnos de nuevo el verano que viene con nuevas palabra!

 
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