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Diagrama de barras

La columna de Rafa Gallego: Diagrama de barras (09/06/2023)

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León

Ayer, que fue uno de esos tres jueves en el año que relucen más que el sol, estuvo lloviendo toda la tarde. Por momentos, el día se hacía de un gris invierno, sin frío, que te llevaba en manga corta por una avenida de temporalidad incierta en la que no sabías bien si la luz era de la mañana o de la tarde, si el momento era de jueves o de sábado, si el sonar de la lluvia era de principios del verano o de finales del invierno. Y, en esa cueva de sombras, llegaron los mensajes que me recordaron una vieja idea: ¿qué pasaría si se lanzase un misil infalible contra una guarnición inexpugnable? Partiendo de la base de que ningún misil es infalible y que ninguna guarnición es inexpugnable, está claro que mi dilema es un dilema solamente teórico, que ese no es un problema real, pero no por ello me parece menos interesante. Quizá las cosas menos reales sean las que más interesan.

¿Qué pasaría si un don Juan irresistible intentase conquistar a una doña Inés inalcanzable? Hay veces que uno observa a algún don Juan en acción lanzando sus misiles provocadores contra alguna doña Inés fuera de su rango de alcance y piensa que el amor no lo perdona todo, que hay un punto de maldad sibilina, una cierta desaprensión interesada en el colmillo retorcido del que conquista y un poco de afectación clásica en la sonrisa modosa de la Inés explosiva que no se deja cautivar, pero que se siente estupenda con el discurso de quien la halaga. Esa cosa que te permite hasta consentir insultos porque te hace gracia ser el foco de todas las miradas —lo vimos ayer por la mañana hablando con una niña que recibe bromas continuas en relación con alguna parte de su cuerpo—. Un mundo de deseos que vuelan en aviones de papel y pelotas hechas con folios. Pero esos otros que son don Juan, muchos ellos que son él, no se expresan en pintadas o comentarios de Instagram, sino que vuelan en círculo alrededor de sus dianas. Los hay como ese don Juan del sábado del que podría hablarte, que lo hacen con la seguridad de saberse descubiertos y disfrutan del juego, con total carencia de intención de daño, hasta que el juego se desarma. En el fondo, un estándar que podríamos decir que es machismo líquido.

​Más allá de esto, el machismo sólido; el agresivo donjuán conquistador que tiene en la cabeza una falsa idea de superioridad. Me vas a decir que eso ya no existe, que todavía quedan vestigios de lo otro, pero que en el universo de la información ningún hombre se siente superior a ninguna mujer. No es eso lo que veo. Cada día lo veo con mayor claridad: hay algo que no está funcionando en el discurso de la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres; algo no está yendo bien. Se nos está colando por el tamiz de las ideas un machismo líquido que traspasa el colador. Cuando me dicen que hace falta un hombre para ciertas cosas, cuando veo la sonrisa complacida de una niña que solo se siente bien si hablan de ella, aunque sea para subrayar esa parte llamativa de su cuerpo, cuando no se reconoce la autoridad en la mujer solo porque no es hombre, veo que el terreno de la conquista no es el del romance, sino el de la dignidad y el del derecho.

​Hay, en matemáticas, una forma perfecta de mostrar comparaciones entre datos: los gráficos de barras. Valdría hacer un gráfico de barras que comparase a los donjuanes del siglo de Zorrilla y a los de los tiempos del First Dates. Habría que ver la persistencia arrogante de donjuanes en términos porcentuales. Y lo apropiado de la idea, ahora que parece que viene en León un conflicto laboral en la hostelería, sería hacer el estudio entre los que se mueven por los alrededores de las barras, esas barras de los bares en las que se sueltan las lenguas y los impulsos. Un diagrama de barras de cómo se comportan en las barras los donjuanes de hoy en día. No estaba mal, igual hasta te daba la risa.

 
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