A vueltas con las pensiones

Palencia

Estaba yo sentada en un bar tomando un cafetito, mientras hacía tiempo para entrar en mi clase de Tratamiento digital en la Universidad Popular. En la mesa de al lado un grupito de jóvenes, de unos treinta años, con el periódico del bar en la mano comentaban sobre las pensiones.

Un ocho y medio por ciento de subida, decía uno, qué pasada. A mí hace tres años que no me suben el sueldo, dijo otro. El titular decía que en el 72 por ciento de los municipios palentinos había más pensionistas que trabajadores. El listillo con memoria, en todos los grupos hay uno, recordó a los concurridos que, asimismo, en más de la mitad de los municipios palentinos no hubo ni un solo nacimiento el año anterior.

Se los veía ilustrados, sabían de lo que hablaban. Pero estaban quemados. Hablaban, con tono de cierta aspereza, de millones y millones de euros “gastados” en pensiones, decían “gastados”, como que fuera un dispendio. Y, además, dijo otro, visiblemente enfadado, nosotros no tendremos pensión porque nos están quebrando el sistema.

Llegados a ese punto, se dio por aludido mi coranzoncito de jubileta y, al volverme para hablar con ellos, me di cuenta de que me acaba de colocar el escudo para comenzar una batallita de la guerra intergeneracional. Solo que esta vez yo estaba del bando de los viejos, ¡Horror!

¡A ver, chavales!, si es que se puede llamar chavales a hombretones de treinta y tantos años. ¿Cuántos hijos tenéis?, tú, ninguno; tú, tampoco ni pienso traer hijos a este mundo; y tú, uno de dos años. ¿Entonces, quién pensáis que os pagará la pensión con la pirámide demográfica invertida? Porque es fácil hablar desde el presente, pero la vejez se programa desde la juventud. Y muchos de esos pensionistas que despreciáis se han machado haciendo trabajos muy duros, cargando camiones de ladrillos a mano cuando no existían los palés, picando piedra para construir las calles, cultivando los campos con animales de tiro. ¡Bastante sabéis vosotros! Y de pronto me sentí abuela histórica, atapuerquiana, por haber conocido esas cosas. Estáis dejando el relevo generacional en las mujeres inmigrantes y las del Opus Dei, luego, no os quejéis tanto y poneros a procrear.

Uno de ellos, el más suelto de palabra, me respondió con la carestía de la vivienda, los bajos salarios y, como no, los pañales financiados a los abuelos y no a los bebés. Y menos mal que tenían trabajos estables y se habían podido quedar en Palencia, añadió como en tono agradecido.

En fin, que quedamos en tablas y todos al rincón de pensar.