Ducha escocesa

Canarias

Desconcierto es lo mínimo que sentimos los ciudadanos con el relato de la realidad que nos llega. Un día nos desayunamos con la buena nueva de que creamos empleo y al siguiente, con que la situación de 800.000 canarios ha empeorado en apenas un año. Hay un símil que describe estos cambios de ánimo: la ducha escocesa. Un día nos bañamos con caliente, y al siguiente nos cae encima un chaparrón de agua fría. Una jornada escuchamos a la oposición pintar el apocalipsis y, al otro, el cuadro paradisíaco de un Gobierno triunfalista.

Ya sabemos que la percepción de la realidad es como el tiempo, tan relativa, que hay tantas realidades como circunstancias personales. Y ahí está el 'quid' de la cuestión, en la profunda desigualdad que nos separa: en unos se ceban las crisis y a otros simplemente les suena. Oyen que hay gente que está mal, muy mal, y piensan la suerte que han tenido por no haber nacido en el lado pobre de la vida. Jamás en que si ellos tuvieran un poco menos, otros tendrían un poco más. Algunos llaman a esto "buenísimo". Es una forma más de negar que la riqueza puede, y debe, redistribuirse.