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Los 'veteranos' de la Sociedad Protectora de Mallorca buscan ser adoptados y recuperar el cariño de una familia

Las trabajadoras explican que muchos animales llegan en malas condiciones. "La gente no suele pensar en los más viejos, pero merecen ser felices el tiempo que les quede"

Sociedad Protectora de Animales de Mallorca (28 de enero)

10:18

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Palma

"Bob ya tenía sus años y su familia adoptó a otro perro, que lo atacó dos veces y decidieron quedarse con el atacante y nos dieron al viejo, ha explicado Tonina Bordoy, quien se pregunta cómo se puede llegar a esa conclusión. "Sería incapaz de dar un animal que he tenido toda la vida, de deshacerme del que ha sido mi animal durante años", ha lamentado.

Es la historia de uno de los perros de más edad que acogen en la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Mallorca, uno de tantos que, según esta trabajadora, no son nunca la primera opción de quienes se acercan al lugar con la intención de adoptar un animal. "La gente no suele pensar en los mayores, tampoco en aquellos que les parecen feos. Yo siempre he mirado a un perro a los ojos, que es como se dice todo", ha reflexionado, explicando una de las leyes no escritas en las protectoras que ha ido viendo durante sus 73 años de recorrido.

Tonina lo recuerda bien, de hecho, su madre, Luisa Perelló, fue la fundadora y directora de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Mallorca durante treinta años. Al principio, la misma protectora llevaba también la perrera municipal hasta que se hizo Son Reus. Eran tiempos complicados, en plena dictadura franquista, pero, a pesar de las zancadillas, pudieron constituir la sociedad y empezar a acoger animales.

"Tengo 85 y tenía 12 cuando se inauguró, aquí he pasado mi vida. En plena dictadura, no miraban por las personas, imagina por los animales...", ha recordado. El gobernador civil de la época no tuvo más remedio que aprobar la constitución de la protectora al contar con 100 socios, dada la normativa de entonces, pero Tonina ha explicado que la amenazó diciendo que "esta sociedad ha nacido muerta". "Pasaron los años y vi en el periódico que había fallecido, y le dije a mi madre: «mira, el que amenazó a la protectora, al final se ha ido él antes». Y aquí estamos, en 2023", ha comentado.

Actualmente, las dificultades son otras, concretamente, de capacidad y de fondos. Una de las trabajadoras, Adriana, ha dejado claro que la protectora es privada, por lo que "no recibimos ningún tipo de ayuda pública", solo mediante donaciones de particulares, por la venta de ropa y otros objetos que nos traen.

Cristina Luna, la tercera trabajadora de la protectora, se encarga de la ropa y calzado. Todo lo que recibe pasa por un filtro, y si cumple un mínimo de calidad, se desinfecta, se lava, se coloca ordenado o colgado en el almacén y se vende a precios populares. De hecho, ningún producto supera los quince euros.

De igual modo ocurre con la tienda, a cargo de Toni, uno de los voluntarios. Otro de los almacenes con los que cuenta la protectora está habilitado para acoger todo tipo de juguetes, artilugios y adornos, ropa de cama, libros, vinilos, CDs de música, material de oficina o de informática... Todo pasa también una criba y se pone en venta.

Los gastos van mucho más allá de la alimentación o la higiene, hablamos de vacunas, test y todo tipo de cuidados relacionados con la salud. En este sentido, Adriana ha defendido que los animales no están de cualquier manera en la protectora, sino que se hace un esfuerzo separándolos en función de si están castrados o no, de si en un momento concreto están criando a los cachorros, de si tienen alguna enfermedad o, incluso, de si desconocen la procedencia de uno que acaba de llegar y al que, por tanto, lo dejan aislado en cuarentena. Todo ello implica una serie de cuidados o materiales que cuestan un dinero que no sobra. Por ello, pide compromiso a las familias que acuden a dejar allí a su animal y que no se desentiendan, al menos, de la parte económica.

Otro de los perros de la protectora es Turco, un perro de raza, en este caso, de agua, que una familia entregó a la protectora porque, decían, no podían hacerse cargo de él por falta de tiempo. Después de tres días de dejarlo y que fuera acostumbrándose al trato con ellas, al acercarse, se dieron cuenta de que estaba en un estado lamentable. "Llegó tieso, no se movía. A los tres días, le levanté el pelo de los ojos, vi una conjuntivitis que no era de dos días, necesitó antibiótico", ha recordado Adriana. Afortunadamente, Turco ya está en plenas condiciones, a la espera de que una familia lo acoja y le dé cariño.

Para que los animales se recuperen, como en el caso de Turco, hacen falta fondos y también personal. En la protectora son tres trabajadoras en total, a las que ayudan varios voluntarios que son eso, voluntarios, por lo que no pueden prestar su ayuda siempre. Por ese motivo, explican que necesitan ayuda y gente comprometida que quiera colaborar.

Pese a las dificultades, no solo económicas o de personal, sino de enfrentarse a las duras historias con las que un animal carga en su espalda, no faltan las buenas noticias de cuando un animal se recupera o vive en comunidad con otros de su especie. Es, por ejemplo, la historia de Patán, un curioso perro que Tonina trató de llevarse a casa; sin embargo, ha hecho de la protectora su hogar y no quiere moverse de allí. "A los dos días se me escapó y vino para acá", ha explicado.

Es importante ayudar de cualquier manera a la Sociedad Protectora, colaborando como voluntario o con cualquier tipo de donativo; pero los protagonistas son los animales; especialmente, los más mayores, siempre los más agradecidos de contar con el cariño de una familia y el calor de un hogar. Así lo ha explicado Tonina: "El tiempo que les quede, que sean felices"

 
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