Alegría contenida por el Mallorca

No conviene hundirse en exceso ante un traspié.

Se trata de minimizar las pérdidas y de no volver a mirar hacia atrás.

Sobre todo, es muy negativo celebrar en exceso los escasos instantes de éxito que depara la existencia.

A esta alturas ya imaginan que estamos hablando del Mallorca, que no solo se ha salvado del descenso, sino que sobre todo se ha salvado de sí mismo.

Después de una noche de celebraciones por una salvación que en algún momento fue inesperada, parece miserable reclamar una alegría contenida.

Sin embargo, tenemos las pruebas de lo perniciosa que puede resultar la alegría incontenible.

Por ejemplo, el exceso de euforia en el penúltimo ascenso a Primera tras el inevitable gol de Abdón generó autocomplacencia.

El Mallorca sentía que había tocado el cielo, y cayó a tierra desde la misma altura celeste.

De nuevo, la recuperación inmediata de Primera el año pasado en Canarias, volvió a generar la ilusión de que equipo ascensor significa que te pasas un año de cada dos en Primera.

Y no es así.

El Mallorca se ha salvado gracias a su afición, a la que nunca agradecerá lo suficiente su tremenda consistencia.

A partir de ahí, un aprobado es la mejor noticia imaginable, salvo que optaras a un sobresaliente.

No es el caso del Mallorca, poco sobresaliente, pero como mínimo debería ofrecer algún notable a sus seguidores.