Sociedad

Beethoven entra en la cárcel de Zuera

En 2012 nació Musethica, una iniciativa pionera y ya veterana que reúne en Zaragoza al mejor talento joven y le ofrece compartirlo con la sociedad

Zaragoza

Son las ocho de la mañana y ocho jóvenes músicos todavía con cara de sueño esperan en los sillones del vestíbulo de ETOPIA, el centro de arte y tecnología de Zaragoza. No han dormido mucho, invirtieron todo el día de ayer ensayando el concierto de hoy, y encima el bus llega tarde. Es cortesía de la Cruz Roja porque el trayecto de hoy no es a ningún auditorio ni sala de conciertos habitual, es a la cárcel de Zuera.

"No es un lugar peculiar, para nosotros es una sala de conciertos más". El que matiza es Avri Levitán, violinista israelí que un día, asqueado por la falta de prácticas en conciertos reales que no incluyen las becas de formación para los jóvenes músicos, se alió con la profesora Carmina Marcuello, de la Universidad de Zaragoza, decidido a cambiarlo. Y en 2012 crearon Musethica, una iniciativa pionera y ya veterana que reúne en la ciudad del Ebro, durante unos días, al mejor talento joven y le ofrece compartirlo con la sociedad. Esta semana han dado 23 conciertos gratuitos en residencias para personas con discapacidad, centros educativos, cívicos, cafés de moda o el auditorio de la ciudad. Pero este martes, lo que toca es tocar en la cárcel.

"Nunca he dado un concierto en una cárcel"

Lo dice Erika Weis con los ojos muy abiertos. Es norteamericana residente en Barcelona, toca el chelo enorme que carga a la espalda, y a esta edición de Musethica viene ya como profesora. "Me dicen que es una experiencia muy potente", asegura, y a su lado lo corrobora Lucie Mercat, alumna y francesa del sur, que viene con su cuarteto Akilone. "Es muy fuerte porque los presos escuchan de verdad, me encanta tocar allí -continua- porque te escuchan con el corazón". Le escucha también Nicolò Neri, violonchelo italiano que se estrena en Musethica, y que está expectante con el concierto de hoy. De Polonia, Letonia y Corea son el resto de sus compañeros de orquesta. Todos han sido seleccionados por el comité internacional de Musethica al que, algunos, enviaron sus solicitudes para participar a través de las redes sociales.

Parece mentira, se extraña la impulsora Carmina Marcuello, que hayan pasado ya diez años y que este proyecto, sin ánimo de lucro, haya dado tanto de sí. "Se nos fue un poco la mano", se ríe pero las cifras lo corroboran: en esta década, 3 mil conciertos a 120 mil espectádores y con más de 200 jóvenes músicos practicando y ofreciendo su talento a toda la sociedad".

La música suena en Zuera

Pero lo de ahora no va de cifras sino de acordes y partituras entre barras. Beethoven entra en la cárcel. Y Dvoràck también. De eso va el repertorio que sólo en un día, ocho músicos recién conocidos y que no han tocado juntos nunca antes, ofrecieron este martes en una de las prisiones más grandes de España. 1.100 internos viven en Zuera, pero sólo los que residen en los llamados módulos de respeto y el módulo de mujeres, recibieron la visita de Musethica.

El altavoz del patio, donde varios internos juegan a baloncesto, avisa de que empieza el concierto. Entretanto, otros que juegan al ajedrez en la sala acristalada de al lado, recogen alfiles y peones para no perderse la cita. "No es habitual disfrutar de un concierto de música clásica aquí" nos dice después uno de los internos de nombre Dwein. Y será por eso, o por la curiosidad de romper rutinas tan duras como los barrotes, que la sala polivante de este módulo, se llena. En minutos, la joven orquesta está rodeada de presos. Sincronizados los dos cuartetos, en dos módulos, también el de mujeres, empiezan el recital.

Y las caras van cambiando. Hombres duros y curtidos, retrato de miserias, desgracias o mala suerte, todos con la historia marcada en rostros y cuerpos, se relajan conforme avanzan los acordes. La música fluye, y ese es el pequeño milagro en un lugar donde para todo.

"He recuperado sensaciones que perdí al entrar en la cárcel"

Dos internos, de módulos distintos, coinciden. La música ha dado sus frutos, y "el efecto terapéutico y social" de Musethica que la lleva a donde no llega, también. "He descubierto -dice otro recluso- que me gusta la música clásica". "Para nosotros -asegura Gloria desde el módulo de mujeres- es muy importante que venga gente de fuera aquí, nos hace sentir que nos tienen en cuenta". Ella lleva nueve meses en prisión y en este tiempo ha pasado por cuatro cárceles de mujeres, en un intento de ir acercándose a su familia. Le gusta la música y hasta hace sus pinitos en el coro de la misa que ofrece en la prisión de Zuera la Pastoral Penitenciaria de la iglesia Católica. "Hasta hemos grabado un disco con el coro" nos cuenta orgullosa.

Como Gloria, Juan, Rafa, Dwein, todos coinciden. Y lo corrobora Maria José Aranda, subdirectora de Tratamiento en Zuera: "les hace mucho bien el ver que hay gente que está dispuesta, sin nada a cambio, a invertir algo de su tiempo con ellos, les lanza un mensaje de que hay parte de la sociedad que merece la pena". El feedback está asegurado. Y los músicos también se lo llevan. "Este auditorio -subraya Avri Levitán- escucha de verdad".

 
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