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Ocio y cultura

XXX Aniversario de los ‘Radicales del Bombo en Jódar’, un enfoque diferente a la Semana Santa Galduriense

Iniciaron su actividad, en 1994, como cabecera de ‘La Madrugá’, desde 2015 se incorporaron a la Asociación Penitencial ‘Lignum Crucis’

XXX Aniversario de los ‘Radicales del Bombo en Jódar’, un enfoque diferente a la Semana Santa Galduriense

XXX Aniversario de los ‘Radicales del Bombo en Jódar’, un enfoque diferente a la Semana Santa Galduriense

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Jódar

Este Martes Santo de 2023 saldrán a las 22:00 desde el Colegio ‘Virgen de Fátima.

Para celebrar la conmemoración se ha organizado una exposición con los cárteles de los últimos 15 años, diseñados por Juan Nepomuceno.

Cartel anunciador de la exposición XXX Aniversario de Los Radicales del Bombo / Juan Nepomuceno

XXX ANIVERSARIO de los RADICALES DEL BOMBO

EXPOSICIÓN DE CARTELES Y ENSERES en el MUSEO DE JÓDAR

CASA DE LA CULTURA – Calle Juan de Mata Carriazo

Durante todo el mes de abril

Horario Especial en Semana Santa:

Miércoles Santo, de 17:00 a 20:00 horas.

Sábado Santo y Domingo de Resurrección: 10:30 a 13:30 horas

Después de Semana Santa, horario habitual del Museo.

Organizan:

Juan Nepomuceno,

Radicales del Bombo,

Asociación Penitencial ‘Lignum Crucis’ Jódar,

Museo de Jódar – Ayuntamiento de Jódar.

Esta mañana esta emisora se ha desplazado hasta el Museo de Jódar, donde hemos conversado con Ana Victoria León, guía del Museo de Jódar, Juan Nepomuceno, autor de los carteles, Cristóbal Carmona, en representación de ‘Los Radicales del Bombo’ y José Sánchez, de la Asociación Penitencial ‘Lignum Crucis’.

Conversando con Juan Nepomuceno, autor de los cárteles de la exposición / Radio Jódar SER

Han comentado la idea de la exposición, así como los primeros años de ‘Los Radicales del Bombo’, encabezando la procesión de ‘La Madrugá’ y los últimos incorporados al ‘Lignum Crucis’ de la Asociación Penitencial.

Radicales del Bombo

La Banda Penitencial de los Radicales del Bombo se fundó en 1994 por un grupo de jóvenes galdurienses con la idea de presentar otra forma distinta de sentir la Semana Santa. Compuesta por doce miembros, como los apóstoles que acompañaron a Jesús, su esencia se puede definir en tres máximas: silencio, anonimato y pies descalzos. Durante veinte años fueron la banda de cabecera de La Madrugá en Jódar hasta que, junto a la Asociación Penitencial Lignum Crucis, decidieron dar un enfoque diferente a la Semana Santa tradicional andaluza, naciendo así en 2015 el desfile del Martes Santo. Jura consciente que todo te viene de Dios,

trabaja como si todo dependiera de ti.

Que tu trabajo se convierta en oración

y tu oración te cueste trabajo.

Juan Nepomuceno

Desde niño sintió inclinación hacia el dibujo y la pintura. Después de explorar otros caminos decidió que el del arte era el que deseaba seguir en su vida, y desde hace años se ha dedicado a ello. Ha trabajado en diversos campos como la pintura y muralismo, ilustración digital, cartelería, diseño de marca, gráfico y editorial, y más recientemente en la literatura.

Comenzó a diseñar la cartelería de Radicales del Bombo con motivo de su XV aniversario, desde el anonimato, fiel a los principios de la banda, hasta que cierta polémica obligó a revelar su identidad. La unión de Radicales con Juan Nepomuceno ha aportado originalidad y ha creado tendencia en la representación gráfica de la Semana Santa galduriense. En 2015 también se encargó de diseñar el emblema de la Asociación Penitencial «Lignum Crucis», habiendo colaborado con su diseño de cartelería desde entonces.

Lignum Crucis

La Asociación Penitencial «Lignum Crucis» de Jódar se fundó en 2015 con el objetivo de mostrar una Semana Santa diferente. Nacida sin ánimo de lucro, sus principios están asentados en la solidaridad y la penitencia, destinando la recaudación de las cuotas de los socios para donaciones a asociaciones y grupos locales, provinciales y nacionales, anualmente y de manera íntegra. La insignia principal de Lignum Crucis es una cruz vacía y austera, reliquia cristiana que representa el madero usado para crucificar a Jesucristo y que simboliza sus enseñanzas. Con el acompañamiento de la Banda de los Radicales del Bombo, una campana y una trompeta que rompen el silencio, y decenas de velas que alumbran el camino en mitad de la oscuridad, el Martes Santo realizan las catorce estaciones del Vía Crucis variando su trazado cada año para llegar a rincones de nuestro pueblo a donde ninguna otra procesión llega.

Enlace: https://www.juan-nepomuceno.com/blog/30-aniversario-radical

Quince años compartiendo camino

A veces al crecer asumimos el riesgo, casi siempre de forma inconsciente, de idealizar la infancia. En tales circunstancias, con frecuencia nos invade ese efecto proustiano que logra que determinados estímulos sensoriales abran la puerta a sentimientos pretéritos que habían quedado arraigados en lo más profundo de nuestra memoria. Algo tan sencillo como escuchar el tañer de unos bombos en la negrura nocturna, solo rota por la luz de la primera luna llena primaveral, puede resucitar en tropel toda una amalgama de sensaciones infantiles que la razón se había esforzado durante años por mantener agazapados.

Precisamente es el raciocinio un elemento de nuestra mente que lucha por dotar de un significado diferente y adquirido con la experiencia a pensamientos, sentimientos o maneras de actuar que afloraron cuando teníamos una visión diferente sobre la vida, más espontánea, más ingenua quizá. Más infantil a todas luces. Dicho con otras palabras: nos pasamos la vida adulta intentando reinterpretar las vivencias de la infancia para justificar los adultos en los que nos hemos terminado convirtiendo.

Aquel pequeño niño que se levantaba en la madrugada del viernes santo, llamado religiosamente por su padre, con los nervios propios de la edad y la ilusión de ver como si fuera la primera vez el desfile que cada año repetía el mismo ritual casi calcado a los anteriores, no sabía que el primero de abril del 94 se iba a topar con una sospresa mayúscula. Era otra vida, más sencilla, y la capacidad de asombro era un bien común muy presente. Aquel pequeño Nepomuceno ya estaba cambiando, sus intereses no eran los que habían sido poco tiempo atrás, y miraba las cosas de otra manera, casi empezando a entender algunas que hasta entonces simplemente habían estado ahí. Pero, de repente, se topó ante sí con una impresionante hilera de doce encapuchados verdugos que, golpeando con tanta energía como fe sus bombos, conducían al Nazareno hacia su crucifixión al alba de aquella madrugá galduriense. No tengo datos, pero tampoco dudas de que cualquier persona que viera a los Radicales del Bombo en su primera aparición quedara tan impresionada como me sucedió a mí.

La vida me cambión el paso muy pronto, y disfruté pocas veces de aquel desfile que abría el debate entre mi razón y mi arraigo social. La primera me decía que de ninguna manera podía ser partícipe de aquella manifestación que, filosóficamente, entraba en conflicto con mis ya firmes principios. Mientras que el segundo defendía el acervo cultural de la sociedad en la que me había criado y la cual tenía asumidas de una manera tan sui géneris ciertas representaciones y actitudes difíciles de entender para quien no se ha criado tan al sur. Pero lo cierto es que mi intelecto, sin tener más datos y haciendo un ejercicio de adivinación, me decía que había algo más allá en aquellos golpeos de bombo de los Radicales con lo que podía sentirme reconfortado. Aunque iba a tardar todavía unos pocos años en descubrir aquella conexión, así que durante mi confinamiento a lo largo de la larga recuperación de la leucemia que sufrí me vería obligado a quedarme en la cama, desvelado en mitad de la madrugá, escuchando cómo los broncos bombazos rompían el lúgubre silencio.

Pasaron los años y la vida fue cambiando sustancialmente pero casi sin que nos diéramos cuenta, de modo que cosas que tiempo atrás nos hubieran parecido fantasía se fueron normalizando. Sucedió con internet, medio que nos ofrecía un abanico impresionante de nuevas posibilidades de acceso a contenidos que antes eran difíciles de encontrar, y que pasó a ser algo cotidiano aunque aún de manera primitiva y muy diferente a como lo conocemos ahora. Lo cierto es que la vida nos cambió mucho a todos. Los Radicales del Bombo se asentaron como una de las tradiciones más firmes, fieles y respetadas de la semana santa galduriense precisamente ofreciendo una forma de sentirla muy diferente a lo que estábamos acostumbrados por la España meridional. Por mi parte, la vida me concedió una tregua, aún arrastrando grandes e irreparables secuelas de mis largos años de enfermedad, me pude ir adaptando a una existencia más normalizada, aunque por entonces tenía unas perspectivas acerca de mi futuro muy diferentes a como se ha desarrollado después.

Teniendo en cuenta como si de un hecho fundacional se tratase que el arte había sido mi gran pasión desde la infancia, aunque la mantuve algo abandonada durante mis años de convalecencia pero la había rescatado con gran entusiasmo durante la etapa universitaria, llegado este punto de la historia ya llevaba unos años reciclando y actualizando mis habilidades orientadas hacia el mundo digital que se nos abría. Y fue entonces cuando mi camino y el de los Radicales se cruzaron. Rescatando parte de mi menguada por el paso de los años infantil capacidad de asombro descubrí que, bajo aquellas verdugueras y fieles a sus máximas de silencio y anonimato, se escondían amigos, algunos que lo habían sido desde tiempo atrás, y otros que lo serían desde entonces hacia adelante. En su decimoquinto aniversario, y gracias al vínculo que nos unía, me llegó una oferta que no podía rechazar: diseñar el cartel para conmemorar una efeméride tan especial. La idea estaba clara. El reto era empapelar las calles de Jódar. Si dijera que por aquella época no era costumbre que cada cofradía elaborase sus propios carteles al margen del oficial mentiría porque no lo recuerdo. Pero, como no se podía esperar de otra manera, acepté.

La acuarela que realicé fue uno de mis últimos trabajos analógicos notoriamente públicos. Me hallaba ya inmerso en mi etapa de transición hacia el arte digital, terminando mi formación profesional en magisterio casi al mismo tiempo que la abandonaba para abrazar con pasión la que era y sigue siendo mi gran vocación. Necesitaba dedicarme al arte, sentía que debía llenar mi vida de esta manera, y en ese periodo vital de tanta importancia para mi futuro crecí de la mano de los Radicales del Bombo. Echar un vistazo a la galería de carteles que con ilusión y compromiso realicé a lo largo de los siguientes años para anunciar su salida procesional sirve para documentar mi evolución artística en un periodo de tantos cambios para mí. El más importante surgió al hilo de una agria polémica en la que nos vimos envueltos al tercer año de comenzar mi faceta como cartelista. Ahora solo permanece en la memoria de quienes más de cerca la sufrimos, pero quizás algún día me decida a rescatarla en este espacio. Lo cierto es que, aunque en origen elaboraba los carteles de forma anónima siguiendo uno de los principios básicos de los Radicales, el hecho de verme obligado a revelar mi identidad después de aquel desagradable incidente no quedó en algo meramente simbólico, sino que vino a representar mi auténtico y definitivo paso hacia la profesionalización. Poco después nació esta web.

El nivel de la producción subió en los siguientes años, debido a mi creciente especialización y al desarrollo de mi destreza artística. No quisiera tener ánimo de darme demasiados aires de lo que no soy, pero resulta obvio que dedicarse a algo a tiempo completo hace que la calidad sea mayor que si se realiza la misma actividad de manera más episódica. Y de esta manera, entre la polémica y la tendencia, mantuvimos la sociedad durante varias ediciones más. Las aguas siempre habían corrido turbias en la relación entre los Radicales y la hermandad. Supongo que existen ciertos ámbitos donde resulta muy complicado abrirse de una manera tolerante y respetuosa a otras maneras de manifestar las mismas creencias o sentimientos. Su forma de enfocar la religiosidad nunca quiso ser comprendida, imagino que suponía una amenaza al statu quo que tan beneficioso resultaba para mucha gente. Puestos a imaginar, quiero suponer que tampoco ayudó el hecho de que alguien del todo ajeno a esos círculos -y un ateo confeso- se dedicara a ilustrar la radical manera de sentir las cosas; que realizara tal labor libre de cualquier influencia relacionada con el mundillo -por falta de contacto y de interés en el mismo-; y que además lo hiciera en un estilo que año tras año resultara tan atractivo que terminaba siendo no solo referenciado, sino incluso imitado.

Al final, las cosas sucedieron como estaba cantado: la relación entre Radicales y la que había sido su hermandad durante años terminó rompiéndose. Aquel último cartel para la banda dentro de la madrugá resultó ser casi premonitorio. Lo había realizado mucho antes de lo habitual previendo que durante aquella semana santa me encontraría fuera del país, e incluí a modo de retrospectiva todos los carteles anteriores estampados y medio arrancados en un muro de ladrillos. Unos meses después, se consumó la ruptura final. Pero como ocurre en muchas ocasiones, solo supuso el comienzo de algo nuevo y hermoso, un proyecto ilusionante como el de Lignum Crucis. Basándose en principios de solidaridad y penitencia, nacieron como asociación penitencial al margen de la iglesia, sin ánimo de lucro, y con el objetivo de destinar la recaudación de las cuotas de socios y todas las aportaciones recibidas a causas solidarias. Sin lugar a dudas, una manera muy diferente de manifestar el sentir religioso, austera y sobria, sin alardes, lujos ni excesos, algo poco acostumbrado de ver por estas tierras. Tuve el inmenso honor de que contaran conmigo no solo para diseñar su cartelería, sino también para confeccionar su emblema. Es algo que siempre llevaré en mi corazón.

La vida es cambio, y queda muy poco de aquel mundo en el que los Radicales desfilaron por primera vez en la noche galduriense. Aquellos madrugones o trasnochadas, el frío esperando en la esquina más cercana al lugar de salida de su pasacalles, y esa sensación de gratificante desvelo ya son historia, al igual que la espera para la salida del cartel, las pegadas clandestinas y las arrancadas revanchistas, o las pintadas en el asfalto. Nos hicimos mayores -incluso el horario cambió por otro más agradable-, y siempre diré con orgullo que crecimos juntos. Quince años dan para mucho. Ahora las cosas son muy diferentes. Nuestra cita anual me hace rescatar un estilo artístico que está estrechamente ligado a mi pasado, a mi origen artístico, a mi etapa temprana de experimentación digital, pero que ya solo uso una vez al año. Y con mucho gusto, añadiré. Lo olvido, siento que no sería capaz de reproducirlo, debo mentalizarme cuando llega el momento, pero mi mano plasma con naturalidad las ideas que brotan del cariño y del convencimiento de estar haciendo algo que merece la pena, cosa que sucede con pocas cosas en esta vida. Es un sentir que durante la mayor parte del año permanece aletargado, como algo ajeno, lejano. No sería capaz de pensar en ello ni de ponerme en situación. El estrés y el agobio de la cotidianeidad, la saturación del trabajo, a veces rutinario y poco gratificante, la falta de ideas y la desmotivación están ahí como una maza que golpea con fuerza, ahoga la musa y mutila las ideas. Pero cada año, cuando se extingue el invierno y asoma la primavera, mi inspiración anda pidiendo escaleras para subir a la cruz.

 
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