Sevilla ha estado a la altura del doctor Ismael Yebra

Sevilla

Era mucho más que un médico especializado en Dermatología. Ironías del destino, Ismael Yebra era un especialista en la piel que demostraba hondura en sus relaciones profesionales, personales y devocionales. Murió hace un año siendo director de la Real Academia de Buenas Letras y la verdad es que ese cargo era lo de menos en su trayectoria. Su grandeza estaba en su sencillez y, al mismo tiempo, en ser un médico humanista, polifacético, inquieto por la cultura sin pedanterías, un hombre del Renacimiento.

Justo al cumplirse un año de su muerte se ha inaugurado el rótulo ‘Jardín doctor Ismael Yebra’ en los dominios de la Parroquia de San Isidoro. Tantas veces la ciudad descuida la memoria de sus hijos más ilustres y tantas veces lo denunciamos que hay que subrayar que esta vez hemos hecho las cosas bien. Muy bien. El arzobispo y el alcalde han estado rápidos en responder a la demanda ciudadana. Esta vez podemos decir alto y claro que estamos orgullosos de una ciudad que ha sabido estar a la altura de alguien que fue pura generosidad con sus pacientes y, cómo olvidarlo, con tantas religiosas a las que acudía a visitar a deshoras.

He visto a Ismael atender a pacientes preocupados por una roncha en la piel en plena Feria, a Ismael atrapado en un convento de Catilla y León por una nevada y aprovechar los días para quedarse al cuidado de las monjas de aquel cenobio perdido en una sierra, a Ismael salir de su casa de madrugada al recibir el aviso de una superiora alarmada por el repentino mal estado de una monja. Y, cómo no, a Ismael atender a decenas de sevillanos en su consulta de la calle Cabeza del Rey Don Pedro por la vía urgente y sin cobrar. Y todo con un fino sentido del humor, virtud de los inteligentes.

Recuerdo un sevillano que acudió a su consulta preocupado por la caída del cabello al que tranquilizó con una combinación de seriedad y guasa. Le regaló una cajita y le dijo: “Esta es la mejor solución para la pérdida capilar. Usted los va guardando en este envase y listo”.

El caso es que el doctor Yebra era lo contrario a un vendedor de crecepelo. Descanse en paz y brille para él la luz perpetua de sus jardines en la Costanilla. Un sevillano sabio por humilde que honra nuestro nomenclátor. Esta vez hemos hecho las cosas muy bien.