Carlos Alcaraz
La firma de Pedro Marchante
A sus apenas 19 años, Carlos Alcaraz se acaba de proclamar por primera vez en su carrera campeón de un Grand Slam, el US Open. Fue en Nueva York, dando toda una lección de tenis y de veteranía, cuando apenas acaba de llegar a la élite del tenis y le queda por delante, Dios mediante, toda una carrera de éxitos deportivos.
Aparte del mérito que supone enfrentarse a las mejores raquetas de la actualidad y conseguir ser el mejor en un torneo de semejante envergadura, lo que no deja de sorprender a propios y extraños es la precocidad del bueno de Carlitos. Si para cualquier tenista profesional ya asentado en el circuito resulta prácticamente una quimera plantearse el poder aspirar a ganar un grande, imagínense lo que debe ser para un jovenzuelo de 19 años.
Cualquiera que tenga hijos de esa edad sabe lo complicado que es que cumplan con sus obligaciones, tanto académicas como personales. La disciplina, el esfuerzo y el trabajo son valores que, desgraciadamente, no están de moda y resulta cada vez más complicado inculcárselos a nuestros jóvenes.
Ahora que Carlos está acaparando titulares y se va a convertir en ídolo de masas, sería bueno recordarles a padres e hijos que el éxito de Carlos y de otros muchos jóvenes deportistas no les ha caído del cielo. Detrás de esa celebración levantando el trofeo hay infinidad de horas de entrenamiento, madrugones, viajes, sesiones de gimnasio y competiciones locales, regionales, nacionales e internacionales. Hay muchos fines de semana sin salir de fiesta, muchos malabarismos para compaginar las clases en el instituto con los entrenos y los torneos, muchos sacrificios en busca de un sueño.
Muchos jóvenes les dirán a sus padres estos días que quieren ser como Carlos. Lo que la mayoría querrá es tener el éxito y el reconocimiento por sus logros, pero son pocos los que verdaderamente estén dispuestos a sacrificarse por conseguirlo. Ahí es donde radica la diferencia, el talento es innato, pero el trabajo y capacidad de esfuerzo se deben inculcar día a día en todas las situaciones de la vida.
Ojalá Carlos Alcaraz sirva de ejemplo donde mirarse a esos jóvenes que languidecen tirados en un sofá, que malgastan su tiempo jugando a la PlayStation o grabando videos para Tiktok. La vida es otra cosa, y cuanto antes lo aprendan nuestros jóvenes, mucho mejor.