Un Estatuto cuarentón

Tenemos un Estatuto de Autonomía cuarentón, pero todavía no se ha quedado calvo. La descentralización autonómica de los últimos 40 años cabe calificarla como razonablemente exitosa.

Sin ir más lejos, la consolidación del estado del bienestar, con sus agujeros y todo (ay, esas listas de espera), ha venido de la mano de la Comunidad Autónoma en materia de sanidad, educación, vivienda o servicios sociales.

Sin complacencia, porque siempre se puede ir mejorando y adaptando el Estatuto a las demandas de la sociedad actual. Sin triunfalismos porque no vivimos en el mejor de los mundos. Pero, eso sí, mirar por el retrovisor histórico sirve también para valorar los logros alcanzados.

Frente al nacionalismo agresivo de unos cuantos y al neoespañolismo rancio de otros, que nos quieren hacer retornar a hace 70 u 80 años, el futuro debe pasar por garantizar la solidaridad interregional como un ingrediente más de calidad democrática.

No tiene ningún sentido extirpar de competencias a las Comunidades Autónomas para recentralizar. Sí lo tiene mejorar la coordinación de éstas a través de una reforma del Senado convertida en verdadera Cámara de representación territorial.