De las aulas de Ucrania a las de Valdemoro

Valdemoro

Wahid, de doce años, y Angelina, de once, hermanos, entran en el vestíbulo del colegio donde están su madre y su tío, riendo y casi corriendo. Se acercan a ella y le cuentan algo entre sonrisas. Caricias, un beso…, en la cara de su madre, Anzhela, de treinta y seis años, una mirada de ternura y satisfacción al verlos tan contentos. Kiril, tiene casi siete años, él viene de la mano de su ‘profe’, Eva González, entra tímido y tranquilo hacia donde le espera Hanna, su madre de veintinueve años, y junto a ella se queda, mirando todo con curiosidad, con su mascarilla de camuflaje.

Son los tres niños ucranianos que llevan casi un mes escolarizados en el colegio Valle del Miro de Valdemoro, centro concertado de cooperativa de profesores. Hace semanas que dejaron el sonido de las alarmas antiaéreas y las bombas atrás, pero también a parte de su familia, amigos, profesores, los sitios comunes…, aunque en este centro han encontrado casi una familia y han vuelto a recuperar la alegría, según cuenta la directora Julia Rubio, quien explica a SER Madrid Sur cómo se ha organizado todo tras su entrada.

Kiril llegó a Valdemoro con su hermana de un año y su madre, porque aquí vive su tía. Y lo hizo huyendo de una de las ciudades más castigadas por la guerra como es Járkov, donde vivían. Cuando comenzaron los bombardeos, no pudieron refugiarse en el sótano de su edificio, saturado de personas, y tuvieron que marcharse a la casa unifamiliar de su cuñada, donde sí había sótano y sitio para ellos, según ha contado Hanna. Pero la situación se hizo tan insostenible que decidieron marcharse y poner a salvo a sus hijos. Se fueron en tren. Ella y sus hijos viajaron en un vagón para cuatro personas, en el que iban quince adultos, dos bebés y dos perros. “Intentábamos aguantar todo lo posible para no salir al baño, porque había que levantar a toda la gente del compartimento y era complicado salir y luego entrar”, dice Hanna. Para Anzhela la salida fue diferente. Residente en Ternopiul, cerca de la frontera de Polonia, huyó con sus hijos y una amiga en un coche. Tras pasar unos días acogida en Alemania, llegó a Valdemoro donde reside su hermano desde hace años.

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La directora del centro reconoce que cuando los niños llegaron estaban más tristes y, a veces, se evadían en clase, o lloraban, pero enseguida todo se normalizó. Cuando llegó Wahid, sus actuales compañeros de clase estaban haciendo una actividad por el colegio, así que su incorporación fue muy informal y distendida. “Fue muy bien acogido, todos querían hablar con él y ser sus amigos” y como el colegio es bilingüe y el nivel de inglés de Wahid es muy bueno, no ha tenido ningún problema de comunicación, cuenta su profesora Carolina.

Los dos hermanos están encantados con el colegio y se les ve perfectamente integrados. A Angelina lo que más le gusta es su profesora, que la abraza y le da cariño, “creo que le gusto”, afirma sonriente. Dice sentirse muy contenta de estar aquí, donde toda la clase son amigos suyos, además de tener “cuatro mejores amigos”. A su hermano Wahid también le gusta mucho el cole y dice tener ya buenos amigos, uno de ellos es un “amigo de verdad”. Cree que el centro está muy bien pensado para los niños y aunque todavía no sabe que quiere ser de mayor, sí afirma que sus asignaturas favoritas son el inglés y las matemáticas.

Eva es la tutora de Kiril y la que se encarga de ‘sacarles de clase’ para a través de actividades y juegos enseñarles español. A él le gusta muchísimo “la natación y hacer manualidades, ver videos estar siempre haciendo cosas”, pero lo que prefiere es “ver como los demás hacen cosas”.

Profesora y traductora de madre rusa y padre ucraniano

Marina es la profesora que nos ha permitido saber todo esto traduciendo a madres y niños. Ella es ucraniana y lleva 20 años en nuestro país. De padre ucraniano y madre rusa, se le empañan los ojos cuando nos cuenta cómo está viviendo la guerra desde aquí.

Sus padres, ya mayores, están en Siberia viviendo y cuando les llama, no deja un solo día sin hablar con ellos, muchas veces tiene que cortar porque tienen miedo de contestar a ciertas preguntas que ella les hace por teléfono.

Marina está teniendo un papel fundamental en la acogida e integración de estos niños, porque desde el principio ha sido su voz. Ahora la ‘normalidad’ de las aulas se ha instalado en la vida de los tres. Con el Plan de Intervención personalizado del centro y después de que los profesores hablaran con sus compañeros sobre su llegada, los tres vuelven a sonreír y se dejan llevar por el cariño que todos les dan.