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Santiago Posteguillo: "No hay césares en la política española. Al joven César se le puede parecer un Zelenski"

El escritor presenta su nueva novela, ‘Roma soy yo’ (Ediciones B), entre las bulliciosas calles de Tesalónica (Grecia) y los restos de la antigua capital de Macedonia, Pella. Un relato ágil, cautivador, sobre un César idealista y joven que se enfrenta a los resortes de una tardía República romana hundida en la violencia y las desigualdades. Se trata del primer tomo de una gigantesca empresa de 10 años o más en la que Posteguillo contará la vida de una de las figuras más importantes de Occidente

Santiago Posteguillo: "La historia hay que impartirla con un orden cronológico porque el espacio-tiempo existe y no se puede borrar con un decreto"

Santiago Posteguillo: "La historia hay que impartirla con un orden cronológico porque el espacio-tiempo existe y no se puede borrar con un decreto"

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Tesalónica

Hay muchas cosas que se pueden hacer en Tesalónica, la capital de la Macedonia griega y la segunda ciudad del país. Una de ellas es recorrer el interminable paseo marítimo bañado por un Mar Egeo sin cruceros. Primera cosa exótica. También escabullirse por alguna de las pequeñas calles que se abren a los lados de avenidas cuadriculadas, plagadas de vehículos sin control. Es probable que en ese caso uno acabe en alguna pequeña iglesia ortodoxa, una de tantas, en un país con un 96% de cristianos de esta rama. Grecia es de los pocos países europeos con una religión oficial.

Lo que uno no puede dejar de hacer es recorrer la vasta vía Egnatia, una carretera que parte en dos la ciudad, y que recibe el mismo nombre que la calzada romana que cubría el suelo por entonces. Un vistoso cartel lo recuerda orgulloso. Otra cosa imperdible -ya van muchas- es sentarse en un local (muy local) a comerse una de las mejores ‘bougatsas’ del norte de Grecia, esto es, unos pequeños pasteles que normalmente están rellenos de crema. Bougatsa Giannis, apúntenlo. Este pequeño saloncito está escondido muy cerca de la gran Torre Blanca de Tesalónica, uno de los símbolos de la urbe.

La ciudad que vio crecer a Alejandro Magno, Pella, ya estaba en ruinas cuando la pisó Julio César, allá por el 77 a.C. Allí fue buscando pistas para un juicio y al mismo tiempo observó que Roma era mucho más que la península itálica. Como a Alejandro, a César le contaban historias sobre su origen divino. César soñó con Oriente, como lo hizo el hijo de Filipo, y como hicieron tantos emperadores romanos. César supo que la única forma de retener las conquistas de la república era con legitimidad, con ley. La ley de Roma. Después aprendió que, fundamentalmente, lo que valía era la mano dura. César fue emperador antes de que existiera el Imperio romano.

Se sabe poco sobre los primeros años de vida Cayo Julio César, lo que sí se sabe es que en su tierna juventud guerreó en la isla de Lesbos contra los soldados del Reino de Ponto y después fue abogado.

Estos primeros 23 años en la vida de Julio César son los que reconstruye Santiago Posteguillo con su nueva novela ‘Roma soy yo’ (Ediciones B), el primer libro de al menos seis que narrarán la existencia del político y militar romano. Un relato que atrapa, que es oportunamente despiadado y que describe de manera descarnada y necesaria la realidad de la época. Roma fue el centro del mundo antiguo, pero Macedonia también. Es precisamente esta conexión la que nos vale para justificar un viaje al pasado que habla mucho del presente.

Sobre los restos de Pella se alza el escritor, en esta fría mañana de finales de marzo. Ha decidido ponerse las grebas y hacer de guía turístico para un grupo de periodistas. “Aquí, en Macedonia, César se sintió muy conectado con los macedonios, lo vivió como algo más próximo que si otro pueblo le hubiera buscado para que los defendieran”, explica con pasión muy cerca de unos mosaicos bien cuidados. La primera capital de Macedonia es en la actualidad un montón de muros bajos y columnas desperdigadas sobre el terreno. Cerca, un museo arqueológico guarda con celo cientos de muestras que prueban su pasado glorioso.

Restos de Pella, antigua capital de Macedonia (Grecia). Asís G. Ayerbé.

“Macedonia debería ser mucho más conocida porque, incluso habiéndose sometido al yugo romano, mantenía ese espíritu de no aceptar la injusticia. Cuando tienen a ese gobernador tan corrupto y cruel como es Dolabela se rebela utilizando los cauces legales y decide buscar la fórmula legal para ponerle una demanda. Si los macedonios no hubieran tenido esa valentía, el mundo hubiera sido muy diferente porque Julio César no habría tenido la oportunidad de ser ese fiscal que se da a conocer mediante ese juicio”, apunta.

Porque, es así, la historia no habría sido la misma sin Julio César. Tampoco su destino fue el mismo cuando decidió llevar ante los tribunales al exgobernador de Macedonia, el desagradable Dolabela. Es en este juicio donde comienza todo, donde comienza ‘Roma soy yo’ y donde César pasa de ser un apellido a convertirse en una leyenda. “A los macedonios les debemos Alejandro Magno, pero también poner en marcha un juicio que da a conocer a una persona que cambia la historia de la civilización y del mundo occidental”, sentencia.

Unas horas más tarde, ya protegidos del frío y la lluvia, Santiago Posteguillo confiesa a la Cadena SER que Julio César era “el inevitable”. Ha contado a Escipión el Africano, a Trajano y a Julia Domna. Si toda la historia de Roma es en sí misma épica, le quedaba contar el episodio más épico de todos. “Es mi propio Rubicón literario, pero igual que César cuando cruza el Rubicón cree que lo hace porque piensa que puede conseguir llevar a buen término sus objetivos, yo he esperado al momento en el que creo que puedo llevar a buen puerto la narración de este personaje”, dice.

También dice entre risas que, aunque solo sea un poco, le quita el sueño imaginar cómo va a contar la muerte de Julio César; probablemente uno de los sucesos más estudiados, recreados y representados de la historia humana. El autor únicamente aventura que será "algo diferente" a lo habitual y estará basado en estudios recientes sobre su asesinato. No dice más. Lo que sí sabemos es que la suya será una empresa faraónica, de 10 o 12 años.

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La novela recoge las tensiones de la periferia con la metrópoli, los problemas de redistribución, los de abajo contra los de arriba, la insidiosa corrupción, la falta de independencia en la Justicia. Problemas muy de ahora que acosaban a la tardía República romana en la que nació Julio César. “La antigua Roma es hoy, por eso las novelas que escribo pueden ayudarnos mucho a reflexionar sobre el mundo en el que vivimos, para pensar en las cosas que se hicieron mal e intentar aprender sobre aquellas cosas que sí se hicieron bien”, señala.

En ‘Roma soy yo’ hay un Putin. El autócrata y todopoderoso Sila, un formidable enemigo que construye la personalidad de César. “Ya Aristóteles comenta que lo que define a una persona, sobre todo si es un personaje público, no son sus amistades, sino sus enemigos. Él (César) incide siempre en enfrentarse a las personalidades más poderosas de su época, de ahí esta idea aristotélica”, explica Posteguillo.

¿Faltan Césares en la política española?

'Roma soy yo' habla de manera inequívoca del presente, porque los seres humanos desde que nos constituimos en sociedades complejas acusamos problemas muy parecidos. "Lamentablemente, la política española actual está carente de líderes carismáticos, que combinen una elevada cultura, una magnífica oratoria y habilidad política y además una gran habilidad comunicativa y dispuesto a luchar en primera línea de combate. Al joven César se le podría parecer un Zelenski", argumenta.

Sobre los currículos carentes de Filosofía e Historia, reflexiona el autor: "Las humanidades han de tener todo el espacio que deben tener, que se imparta la Filosofía con toda la potencia que debe tener. Que se imparta la historia y a ser posible con un orden cronológico, porque el espacio-tiempo existe y no se puede borrar con un decreto. Desde que llegó la democracia a España, todos los gobiernos han hecho reformas educativas inadecuadas. Hay una tendencia en la educación pública a igualar a la gente hacia abajo y no hacia arriba"

Roma se construyó con pan y fue el pan el que destruyó Roma. ¿Es un aviso a navegantes? Sobre todo ahora que los gobiernos acusan una escalada imparable de los precios en productos básicos. "Si nosotros lo que intentamos es tener a un pueblo mantenido y entretenido con cuestiones que no son fundamentales, tendremos una sociedad que colapsará. Hay que evitar caer en errores que llevaron al Imperio romano a su destrucción", afirma con los brazos abiertos, tal y como hizo César cuando se dirigió a los 52 jueces que escuchaban atentamente el relato de la defensa de los macedonios.

Santiago Posteguillo en Tesalónica, segunda ciudad más grande de Grecia. Asís G. Ayerbé.

Alejandro Becerra

Alejandro Becerra

Redactor de 'Hora 25' desde octubre de 2020. Previamente estuve en la web de la Cadena SER. Graduado...

 
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